“¿Entienden de fútbol las minas?, sólo miran las gambas, me parece”, me escribe desde la impunidad que tienen las redes sociales un flaco que debe mirar más gambas que yo, creo. Y con esa se fue la ironía número tres mil quinientos setenta y ocho de las que recibo a diario por ser mujer y opinar de fútbol.

En la sociedad hay un acuerdo tácito que expresa que el fútbol es terreno de hombres, y si hay algo que le molesta a la mayoría de ellos es que te metas en ‘su’ espacio. Como cuando venís manejando y le ganas la curva a uno, ¿qué hacés?, ¿sos loca? No, en ese terreno tampoco entrás, desubicada. Y ni hablar cuando intentás sugerir algo respecto al asado, ¿cómo te atrevés?

Al principio todo indicaría ser una cuestión de lugar, tipo “no, acá minas no, ya somos muchos”, pero en realidad después te das cuenta que es una cuestión pura y exclusivamente machista. Pero sí, chicos, me gusta el fútbol, y no les digo que estoy para dar cátedra pero sí, sé de fútbol.

Sé de fútbol al igual que muchos de ustedes, que tirados en el sillón con una cerveza en la mano y unas papitas en la mesa te explican cómo debería formar Argentina para frenar a la Alemania de Löw. Porque si hay algo que saben todos, es dirigir.

La discriminación por ser mujer y opinar de fútbol al principio la sufrís, y por supuesto vale aclarar que no todos los tipos son iguales. Como tampoco nosotras, pero esa es otra historia.

Y sufrís porque sentís que no te toman en serio, que en los debates pre y post partidos tus opiniones no son tomadas en cuenta y a nadie le interesan. Hasta que de golpe decís algo con lo que un tipo coincide y ya ahí sí, pasás a tener razón automáticamente, casi que te agarra de escudo y sos su abogado defensor. Pasaste de ser la boluda que estaba opinando sin saber mientras ponía la mesa a decir un dogma.

Pero como todo sufrimiento, va mermando. Y si le sabés encontrar la vuelta te empezás a divertir. Porque si hay algo divertido en esta vida es cuando le pedís a alguien que argumente sus pensamientos y no lo sabe hacer, ¿qué se viene? La agresión totalmente carente de sentido, que por supuesto siempre deja expuesto al otro y lo pinta de cuerpo entero. Hace poco discutía con uno sobre el nueve de ellos y el nuestro, coincidíamos en algunas cosas y no tanto en otras. Me dijo como para rematar la charla que el de ellos era el goleador del campeonato. Venía todo bien hasta que le dije que había metido varios goles sí, pero ninguno a River…“Eeeh eeeh ¡andá a lavar los platos!”. Se enojó, creo.

Le iba a decir que el nuestro además ganó la Libertadores y que ahora está jugando otra, pero no me pareció echar más leña al fuego.

Debo decir que en ese aprendizaje de reírme de las agresiones o ironías que los hombres disparan hacia nosotras por atrevernos a expresar lo mismo que ellos sobre un partido de fútbol, mi favorita es “pero si nunca pateaste una pelota”. Está bien, pero vos en una mesa de quince amigos das cátedra de cómo levantarte a una mina y tampoco nunca te vi hacerlo. U opinaste del cross de Mayweather cuando la última piña que tiraste fue a la salida del boliche cuando tenías dieciocho. Seguro ya se enojaron.

Hay distintos tipos de hombres, ya vimos al que te manda a hacer tareas domésticas, al que refuta toda discusión por el hecho de que no hayas jugado al fútbol de chica; y también está el que te desafía, siempre delante de sus pares obvio, a que le digas la formación de Italia 90, o le recites alguna jugada histórica para demostrar que fehacientemente sabés de fútbol.

Hace poco me pasó, me llegó un mensaje directo de un chico que me pedía por favor que le dijera la formación de España campeona del mundo en 2010, que había hecho una apuesta con un amigo. El amigo decía que “las minas no saben nada de fútbol”. Le pregunté qué había apostado y me dijo “un doble cuarto de libra agrandado”. Se la dije, sí, no tanto para demostrar que yo sabía sino porque por un doble cuarto lo quería salvar más que al soldado Ryan. Y además agregué el dato ‘minita’ de Casillas besando a Sara Carbonero en el final de la entrevista (emoticón de corazón). Le expliqué, porque no pude con mi genio, que su amigo no había tenido la viveza de pensar que yo podría haber usado Google, y que además saber la formación de un equipo es una cuestión estrictamente memorial, eso no es saber de fútbol. Adivinen qué: el amigo se enojó y me dejó de seguir. ¿No te digo yo?

No pretendo hacer una guerra de esto, más bien propongo que empecemos a aceptar a unos en lo que se cree ‘el terreno del otro’. Tranqui, nosotras vamos a seguir lavando los platos, cocinando y poniendo la mesa, y ustedes van a seguir jugando a Bielsa, Gallardo y Sampaoli. Y siendo lo más pesimista posible voy a decir que es probable que esto nunca cambie, o que lo haga pero muy lentamente. De seguro de acá a unos años voy a seguir escuchando comentarios que afirman, sin saber, que no sé y no puedo hablar de fútbol. Me reiré.

Y cada tanto voy a escuchar a alguna mente brillante como el chico que me dijo “¿No eras de River vos?, ¿qué hacés con el fondo de pantalla de San Lorenzo?”, cuando en realidad era la camiseta del Barcelona. Todo de ustedes, chicos.

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+ PONZIO: Por favor, perdón y gracias.

+ CRISTÓFALO: El frontón.