Para el hincha de River no era un partido más. El sorprendente presente goleador de Quilmes y su racha invicta despertaban expectativas de final anticipada. El cervecero le pisaba los talones y el hincha millonario soñaba con una victoria “jugando a lo River” que lo erigiera definitivamente en candidato de “fierro” al título y al ascenso. Para ello colmó el Monumental, lo vistió de rojo y blanco y de música de pueblo como pocas veces – muchos sectores se vieron desbordados por la multitud-.
Y el hincha de River se fue con un sabor agridulce. No sólo por el empate, sino por no poder desmentir los “sofismas” del comediante Caruso, con una dura puesta de espaldas. Este defensor histórico de equipos avaros, especuladores y amarrete venía agrandado. Durante la previa boqueó y armó un espectáculo acorde a su naturaleza que River a punto estuvo de desbaratar. Cuando el agua lo tapaba se atrincheró en el “Muro” de Roger Waters. Una arquitectura montada detrás del arco de Trípodi que pareció extenderse al área de Quilmes en el segundo tiempo y que por una conspiración de infortunios no cayó. Tuvo “culo” el Petit Metre de la barba candado- frase de D. Bonadeo- que opina que “los goles de Messi son todos iguales”. Salió airoso, porque el remate de Ponzio quiso pegar en el palo, el remate del Chori que pedía ángulo se desvió apenas, el taquito que metió para atrás que no pudo empujar Ocampos, el mano a mano de Trezeguet que encontró una uña en el camino, o la cara externa de Cavenaghi contra la raya que besó el primer poste y las dudas del “penal” que Lunati prefirió ignorar – cobró 6 penles en 143 partidos- . Y después el actor a escena para burlarse, y poner el glaciar en cancha. Al fin su “operística” función tuvo su premio. Hizo negocio. Salvo un punto, pero en realidad, por volumen de juego, situaciones, carácter y ambición, River debió ganar. Por todo esto, el hincha millonario no debería sentirse tan decepcionado, si lo está.
“Cuando uno no quiere pelear, dos no pelean”. Y Quilmes no salió a pelear de igual a igual. Mostró su carácter de equipo chico, ese que no tiene clásico con equipos de la “A” (hay que buscarlos en Argentino de Quilmes, Los Andes, Temperley – con todo respeto hacia ellos-) pero tiene técnico, dirigentes y funcionarios políticos de primera para embarrar la cancha ante estos compromisos como pocos.
Es cierto que River no brilló y le costó encontrarle la vuelta al partido. De hecho que este “bicho de ciudad” resignó toda la pimienta que había demostrado en sus dos presentaciones anteriores. Sacó a Cauteruccio y metió cinco volantes. Alambró el medio campo. Le hizo doble marca al Chori y se preocupó en trabar el partido antes que pensar en los 13 goles que había conseguido en sus dos últimas actuaciones. De todo lo que había mostrado sólo le quedó la pirotecnia verbal que proclamó Telechea (“a River lo hacemos puré”) y aludió a un “pacto” del que Almeyda jamás se enteró, al punto que debió improvisar al juvenil Pezzella sin entrenamiento previo.
Me quedo con las declaraciones del Pelado: “River salió a jugar para salir campeón, ellos no”. Tan cierto como que en procesos anteriores estos partidos los perdíamos por desconcentración sobre la hora. River ayer nunca corrió riesgos. Buen debut de los juveniles, aunque Maidana es imprescindible para darle altura a la defensa, en las dos áreas. Ponzio ratificó su regularidad, Cirigliano hizo alguna pisada de más, Ocampos debe aprender a terminar la jugada, Sánchez fue más vértigo que precisión y Cavenaghi no tuvo espacios. El Chori, con altibajos, supo superar el cerrojo que le tendieron y estuvo muy cerca tres veces de convertir. Bien Vega…¡Así, con las dos manos ante cada centro pasado, así! . Trezeguet asusta a los rivales y su carreteo ya pide despegar. Su presencia en el área intimida. ¡Hay peligro de gol!
En fin, Se puede ver la mitad del vaso lleno o la mitad vacía. Yo me quedo con la primera. River sigue dando muestras de equipo serio, concentrado, con carácter y autoridad.
Paradojas del detino. Esta semana falleció Lucho Dalla – máxima figura de la canción romántica italiana, el autor de Caruso – esa fantástica canzoneta que Pavarotti interpretara como los dioses. Su estribillo dice así: “Te quiero tanto… pero tanto y tu no lo sabés… es una cadena que derrite la sangre… las venas”: ¡Es para vos River Plate! ¿Qué sabrá de lírica el homónimo histrión, cultor de las “SS” del futbol? Con estos personajes el juego ofensivo presencia su holocausto. La pícara farsante del “antifútbol” estará feliz. Nosotros ni tristes ni derrotados. Un poquito calientes, lo suficiente para que la rabia nos mantenga con la “cabeza fría y el corazón caliente”. Que en La Plata haya menos Defensa y más Justicia. El crédito sigue abierto. Vamos River: “Te quiero ver salir campeón”.



