Los dos pies juntos, brazos firmes y dedos índices extendidos hacia adelante. El baile del Colibrí es furor desde hace tiempo y Miguel Borja lo trajo en la valija cuando aterrizó en Núñez hace unos meses. Se hizo desear bastante, le costó la adaptación al ritmo friccionado e intenso del fútbol argentino, logró amoldarse a un clima más templado y su sello empieza a quedar marcado con más fuerza. Con dos goles ante Estudiantes (uno con complicidad del arquero), Miguel Ángel suma cada vez más porotos.

 

Por segunda vez en lo que va del campeonato, el nueve jugó dos partidos seguidos como titular (Argentinos y Estudiantes) y gradualmente va dejando atrás aquella molesta imagen de intrascendencia que mostró en algunos para darle paso a los goles y los festejos. El Colibrí está llevando su confianza cada vez más arriba, su actitud contagia al resto y en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en el goleador del plantel.

 

 

Con sus dos conquistas contra el Pincha, la segunda de ellas con un remate potente e inatajable para el arquero rival, Borja es el jugador con más gritos de River en lo que va de la Liga Profesional: llegó a seis festejos (Aldosivi, Central Córdoba, Barracas y Banfield + el doblete), superando a Solari y Beltrán, y va por más, porque lo de ayer parece haber sido la primera función tope de gama de un show que promete tener más ediciones.

El oriundo de Tierra Alta, que dijo haberse ido con un "sinsabor" por no lograr un hat-trick (ya tiene el chip competitivo que implanta Gallardo), no solo ilusiona por los goles, algo en lo que ya estaba probado, si no porque también mostró mayor ductilidad y compromiso con la pelota en los pies y para integrarse la circuito de juego colectivo. De a poco estamos viendo al verdadero Colibrí, ese por el que se pagaron más de 8 millones de dólares.