Ayer y hoy más que nunca. Es el mismo Burgos. El que estuvo al lado de Amadeo cuando se le puso su nombre a la Belgrano Baja, el que levantó el teléfono para sermonearlo a Aguilar. “¿Che, qué estás haciendo con River? El Mono que nunca perdió la sonrisa. Ni aún en sus más difíciles horas. Así lo recordamos, así lo queremos. El domingo 3 de marzo de 2003 se le prohibió la entrada en cancha de Colón, al trapo con la leyenda ¡Aguante Mono! Había sido escrito con el corazón por las agrupaciones de River que lo llevaron hasta los dominios del sabalero para testimoniar todo el afecto y los deseos de una pronta recuperación al querido arquero. Las noticias que llegaban de España no eran las más benignas. El Mono tenía un tumor y todos estábamos consternados por el futuro de su salud.
Las pseudo disposiciones de escritorio de algunos funcionarios de seguridad para frenar la violencia, en este caso los de Santa Fe, a veces parecen simples “deposiciones” de canes. Frente a un acto de humanidad tan inofensivo no se puede ser tan “sorete” -con perdón del exabrupto- y poner como excusa que esa bandera era incitadora de hostiles conductas. El trapo no entró pero un viento huracanado, bajó por el Paraná, desembocó en el Plata y atravesó el Atlántico, empujando la botella que llevaba el mensaje de nuestra hinchada.
¡El aguante mono! , de una u otra manera le iba a llegar a Germán. Lo supimos, rápidamente, las voces de aliento corrieron como reguero de pólvora. Pudimos observar por TV, como, por aquellas tierras se sucedían unas tras otras las manifestaciones de cariño. A las nuestras, inmediatamente se le sumaron las que le tributaron sus compañeros del Atlético de Madrid, con las remeras que decían “Fuerza Germán” . Y todo el fútbol español en general, hablando del arquero que ataja con el pecho y su dolencia. Y mientras la inquietud crecía, yo hacía mis reflexiones, recordando aquella gloriosa anécdota con Giunta, cuando el Loco todavía atajaba en Ferro y le tiró toda su humanidad encima. El temperamental cinco de Boca, todo destrozado se levantó y le dijo: “Nene vas a morir en essshte isstante”.
Burgos, impertérrito le acarició la cabeza. Y se fue de la jugada como si nada. Un grande que nacía…un bravo que se extinguía. Las apostillas de las mil y una de sus aventuras funcionaban como tranquilizantes. Pensaba: “Sí, es verdad, es el guardametas con el pecho más grande del mundo. El que nació para ponerle el tórax a todas las pelotas y a las balas como ésta. Maligno balurdo del destino, si los hay. ¿Sabrá esta turra enfermedad con quién se mete?”. Y luego puteaba al aire: “Escuchame tonta, meterse con el mono es como querer atacar el planeta de los Simios con una pistolita de agua. Si algo de grande tiene el mono es ese universo de facetas que hacen de Burgos un ejército de primates. Conviven en él, el ¡Mono coraje… ¡Mono alegría!… ¡Mono Rolinga!… ¡Mono buena onda!, ¡Mono rockero!… ¡Mono de las monerías!… ¡Mono de las cagadas!… ¡Mono de las batallas épicas de la selección!… ¡Mono que enamora!… ¡Mono de las locuras!… ¡Mono rapado!… ¡Mono lanudo!. En fin el ¡Mono pintoresco! , el del del elogio y el de la crítica facil!, pero sobretodo,el ¡Mono de River!, ¡Orangután de la libertadores!, ¡de aquel grito memorable con el puño cerrado ofrendado a la popular de Brandsen (3-0, año 94). ¡Mono en vena! que estallaban en su cuello de gorila, aquella tarde gloriosa luego del gol de Enzo.
Me acuerdo del trapo prohibido. Y repito: ¡Aguante Mono!, que esta estúpida no sabe con quién se mete. Alguna vez te diste el gusto de tocar con uno de los Redondos, ahora te falta cumplir el sueño de zapar con Jagger, y sacarle tu lengua Stone a cualquier pálida que se quiera interponer en tu final vuelta a River, para lo que sea. Loco lindo, cuánta sana locura, que maravillosa medicina! Tu historia es otra bandera. La que nunca podrán censurar. En ella hay una viola y una leyenda que exige ser tenida en cuenta: ¡viva la vida!
