Mirando el partido de River ante Cerro Porteño del jueves en Paraguay descubrí que desde que está Armani en el arco los momentos límite me generan risa, por encima del nerviosismo y la tensión que provoca la Copa Libertadores. Cuando le tapó el mano a mano decisivo a Carrizo que era el 0-2 lo único que me salió fue cerrar los ojos y soltar una sonrisa pícara, como diciendo "lo hizo de vuelta". E interiormente supe que la historia se iba a volver a repetir.

Que él otra vez de manera "caprichosa" había elegido el momento más caliente para demostrar que ahí estaba, y con una atajada mandar el mensaje a compañeros, rivales, e hinchas: "Ésta atajada va a ser la decisiva cuando clasifiquemos", se habrá dicho para sus adentros. Y así fue. Y así volvió a ser. Es mágico, y parece tener una fórmula infalible.

Pasó en las 3 finales que jugó hasta ahora con el escudo de River. Siendo la figura en Mendoza contra Boca y terminando con la corona de Burger King en la cabeza. Apareciendo para taparle a Benedetto en la Bombonera lo que era una victoria local en el partido de ida de la Libertadores. Y tapándole a Lucho González un gol abajo del arco en la Recopa, cuando la cosa estaba complicada.

Y también pasó en las 6 series mano a mano de copa Libertadores que hasta el momento atajó en el club. Aquel cabezazo de Cristaldo que terminó estampado en sus guantes frente a Racing, la volada increíble contra Gigliotti cuando parecía que tenía el arco vencido, el mano a mano fatal que le tapó a Everton en Porto Alegre y nos dio vida para remontarlo en los minutos finales, la tapada a Benedetto ya mencionada, la pelota imposible que saca en Brasil ante Cruzeiro con un rival que le define a menos de dos metros, y ni hablar de los penales en la definición. Y finalmente culmina su obra, hasta el momento, con la tapada a Federico Carrizo en Paraguay.

Todas muestras de un arquero que sabe entregarnos dosis de supervivencia, y que no sólo dio la cara en partidos determinantes, sino que además muestra semana a semana todo su estirpe y personalidad, en el día a día de los entrenamientos y en el rendimiento de casi todos los partidos que defiende nuestro arco. Un elegido del cielo. Un talento y un oportunismo que no se compra a la vuelta de la esquina. Un nacido para triunfar.

Así es él. De eso se trata Franco Armani, o Almani, como más les guste. El arquero que ataja con el alma y que se adueñó de nuestras almas.