En los principios de la era Gallardo, la figura de Rodrigo Mora fue fundamental en la delantera por su juegos y los goles que convirtió con la camiseta del Más Grande. Pero unos años más atrás, específicamente un 2 de septiembre del 2012, arrancaba la historia de amor entre el uruguayo y la institución de Núñez.

Matías Almeyda dirigía a River en el momento luego del regreso a Primera. El Pelado pidió públicamente un refuerzo de jerarquía por línea. Daniel Passarella contrató al punta de Peñarol. Llegó para brillar: 6 goles, la gambeta a Orión en el superclásico, el grito de “u ru guayo”, la comparación con Enzo Francescoli y un verano que quedaría para la historia: en Mar del Plata, asumía el cargo Ramón Díaz y River le ganaba a Boca por 2-0, con dos gritos de él y toda fiesta.

Las temporadas siguientes costaron más. Ramón no lo tuvo en cuenta. La llegada de Juan Manuel Iturbe le sacó el lugar de segundo delantero. El puesto de centrodelantero lo compartían Rogelio Funes Mori y David Trezeguet. Al siguiente torneo, además, llegó Teófilo Gutiérrez. En 2013, terminó jugando 13 partidos. Y en diciembre, el club decidió enviarlo a préstamo a Universidad de Chile. Rodolfo D’Onofrio asumió como presidente y, con él, regresó Fernando Cavenaghi, goleador y campeones en el certamen local.

Marcelo Gallardo lo recuperó. A mitad de 2014, pidió que lo trajeran. Lo sostuvo para siempre. Le exigió incansablemente: un día, contra Banfield, en medio del partido, llegó a gritarle que iba a sacarlo de la cancha si seguía jugando así. En otro puesto, ya no tan como extremo, si no como una variante para detrás del nueve. Ganaron todo: dos Libertadores, dos Copa Argentina y Sudamericana.

Su mayor perla, su grito más lindo, fue el 14 de julio de 2015, minuto 72, por la semifinal de la Libertadores: encaró al arquero Alfredo Aguilar, compartía la delantera titular con Lucas Alario, River ya ganaba 1-0 con grito de Gabriel Mercado, del banco miraban Cavenaghi y Javier Saviola, Teo se había ido, y él tocó la pelota suavemente, bien abajo, y metió un golazo. Fue el goleador de River aquel certamen, con cuatro gritos: Tigres, en México, en fase de grupos; San José en el Monumental, fase de grupo, dos goles, uno de penal y Guaraní.  

Su último gran regalo lo hizo contra Boca, en la Supercopa en Mendoza. El primer semestre del 2018 llegó a estar por encima de Lucas Pratto y de Ignacio Scocco. Metió el primer grito de la Copa Libertadores que River terminaría ganando, contra Flamengo. La lesión que tanto lo hizo sufrir, lo terminó retirando a los 31 años. Lo anunció con palabras que dieron dolor a todos: en el fútbol moderno, estar siete años en una institución es muchísimo. Pero gracias a todo lo que le dio al club, en un Monumental repleto tuvo la despedida que se merecía.