El golpe deportivo de Asunción fue un cimbronazo general para todo el mundo River. Porque más allá de la final perdida en sí de un título que tenía mucha más relevancia desde lo numérico que de lo glorioso o lo recordable, lo que terminó siendo un gran puñal en el corazón del hincha fueron las formas y la certeza de encontrarnos una vez más con una decepción absoluta en un encuentro que era decisivo. Como viene pasando hace 20 meses desde la eliminación contra Inter de Porto Alegre en 2023, y solamente exceptuando aquella final contra Estudiantes del 2024.

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Es por esto que todos los focos iban a estar apuntados 100% a las tribunas, y el clima de “cabildo abierto” resonaba fuertemente. Es que se había llegado a un límite de la paciencia, sobre todo con futbolistas puntuales, y parecía inevitable que aparezcan reprobaciones justificadas. Pero también era importante identificar los momentos y las formas, sin perder la esencia que nos caracteriza del aliento interminable y sin llevar esa exigencia que tan bien nos demanda la historia a algo demasiado extremo que pueda atentar aún más con los rendimientos dentro de la cancha.
Y ahí es donde resumo en que el hincha de River, una vez más, entendió todo. Primero porque los cuatro jugadores más apuntados en el coro de reprobaciones recibieron el mensaje solamente mientras hacían la entrada en calor. El repudio llegó bien claro a sus oídos, y está perfecto que no se haya corrido ese límite de llevarlo también a los momentos en los cuales ya el partido estaba empezado. No tenía sentido, y por eso no ocurrió. Más aún cuando desde el minuto 1 al 95 el equipo mostró un cambio de cara sideral desde lo futbolístico y sobre todo desde lo actitudinal.
Incluso en el primer mensaje que llegó desde los cánticos en el recibimiento al equipo el mensaje unísono y muy ruidoso fue el de la canción de “Yo soy de River, de River de corazón, aunque ganes aunque pierdas, aunque no salgas campeón”. Como dejando bien claro que por lo menos de movida ya el grueso del enojo se había volcado antes y que el crédito estaba abierto sin más reproches hasta ver cómo empezaban a responder con el partido empezado. Y como River jugó su mejor partido del año y pateó casi 40 veces al arco, la cuestión se hizo muy llevadera y de puro aliento más allá de un solo “Movete River movete” que se deslizó en el segundo tiempo cuando la pelota no quería entrar y los tucumanos erraron un gol increíble.
Y una cuestión que también me pareció muy valorable y a destacar es el respeto incondicional no solo al Muñeco sino a cada uno de los grandes campeones de América. A veces se cree que el ruido de algunas redes sociales puede llevarse en esa misma medida a lo que realmente suele ocurrir en el Monumental. Si bien es justa y comparto la crítica hacia Gallardo por varias cuestiones ligadas a las decisiones y armados de los equipos, así como también hacia algunos grandes referentes que no juegan bien o merecen salir del once titular, hubiese sido injusto meterlos en la misma bolsa de silbidos y reprobaciones que tuvieron los más apuntados. Es una cuestión lógica ligada a la memoria y a la nostalgia y de límites que no se deben pasar, más allá del descontento que estaba más que justificado.
Finalmente también vale rescatar el sano ida y vuelta del público con Colidio cuando fue reemplazado. Habiendo sido uno de los más apuntados con las reprobaciones en la previa, el jugador no solo festejó el gol sin generar polémica con la gente sino que además pidió perdón antes de dejar el terreno de juego, mientras recibía el aplauso unánime de las tribunas, quienes reconocieron el esfuerzo y el cambio de cara que había mostrado en cancha al igual que sus compañeros.
Es que sí. El hincha de River entiende todo. Ayer, hoy, mañana y siempre. Es muy difícil en el mundo juntar más de 86000 personas todos los partidos, y mucho más difícil es poder demostrar apoyo y enojo al mismo tiempo entendiendo los contextos. Por algo somos inigualables en todos los sentidos.