Así anda River. A los tumbos. Sumando derrotas, decepciones y fracasos. Tropezando permanentemente con los mismos errores de siempre. Regalando prestigio. Coleccionando episodios de esos que desentonan con su rica historia. Un equipo perdedor. Sin alma ni corazón. Que desde lo futbolístico pelea una triste competencia por ser de los peores que tuvo esta institución en los últimos 35 años. Ya no se trata de como juegan. Está claro que lo hacen muy mal. Sinceramente a esta altura del año se perdió toda esperanza de verlos jugar bien. Nos conformábamos con notar dentro de la cancha un poco de espíritu, empuje y convicciones. Nos hicieron resignar nuestra idiosincrasia. Aceptábamos el resultado y nada más. Dejamos de lado las formas y el estilo. Nos aferrábamos a ese “ganar como sea” que tan desagradable nos suena. Es tanta la necesidad de una victoria trascendental que bajamos las exigencias solo para permitirnos disfrutar de ese triunfo importante para River que lamentablemente nunca llega.
Es todo un desconcierto. La última jugada del partido es la imagen que describe a la actualidad de River con absoluta precisión. Tiro libre en la puerta del área. Nadie tiene claro que se debe hacer. Se acercan 3 jugadores. Uno para tocar, el otro para tirar el centro y uno más para rematar al arco. Es una pelota parada que puede definir un partido pero que demuestra no estar preparada. Termina pateando el que nunca lo hace. Marcos Acuña se hizo cargo de la ejecución y la pelota terminó en la tribuna. Eso es River hoy en día. El de un 2025 pésimo. Un año tan negativo que se recordará con el paso del tiempo sólo por lo malo que fue: lleno de frustraciones, eliminación en Libertadores, en el Campeonato Apertura, en el Mundial de Clubes y ahora también en la Copa Argentina. Además cayó frente a Talleres en la final de la Supercopa. No logró ningún objetivo. No fue competitivo ni estuvo a la altura de las exigencias. En todos se despidió dejando una triste imagen. Y lo que es más grave: nunca identificó al público con su rendimiento. Viene siendo un fracaso por donde se lo mire y del cual todos son responsables. Acá nadie se salva. Todos están bajo la lupa crítica y hoy sufren el rechazo de una tribuna enojada.
Ya hablamos mucho de los futbolistas y nada ha cambiado desde entonces. Todo sigue igual. O quizás peor. Nadie rescata a este equipo. No hay uno sólo que se ponga al hombro esta situación. Seríamos reiterativos si vamos apellido por apellido. Salvo excepciones, están todos bajos y sin nivel para jugar con esta camiseta. El partido ante Independiente de Rivadavia confirma todas las sospechas que teníamos y los conceptos que fuimos dando durante este año. Tenemos jugadores que no dan un pase bien. Otros que ya no tienen ritmo físico. Los que fueron y ya no lo son. A algunos les pesa la camiseta. Varios caminan la cancha. Están los fastidiosos. También los que juegan sobrados y displicentes. O aquellos que están sin confianza ni respuestas anímicas. Todos forman un combo tóxico para la salud deportiva de River Plate. Colectivamente abunda la ingenuidad, la falta de concentración e inteligencia. No se observa el oficio que todo equipo necesita tener para pelear por cosas importantes. Todo le cuesta una enormidad y con poco le ganan. Evidentemente la limpieza de mitad de año quedó corta y diciembre debe ser la fecha de una amplia y acertada renovación de un plantel con varios ciclos cumplidos.

ver también
Fuerte contraste: la fortaleza de Gallardo que se transformó en debilidad
Gallardo sigue sin encontrarle la vuelta
Por el lado del técnico, también podemos repetir muchos conceptos que dijimos en las últimas semanas. Sigue sin encontrarle la vuelta a este equipo. Sin poder transmitir con éxito su mensaje y sus convicciones para que los jugadores hagan propia su idea. Cambia todo el tiempo. Salvo el arco y la línea defensiva después no está claro quiénes son los titulares en este equipo. La mitad de cancha nunca funciona y en este tramo reciente los delanteros no aportan soluciones. Apostó por pibes a los que en otro momento no hubiese puesto por el contexto complicado. Viene errando en la formación inicial y hasta en algunas modificaciones que realiza durante los partidos que a veces cuestan entender. Desde su regreso nunca le pudo imprimir su sello al equipo. Tuvo las pretemporadas como pidió y los refuerzos que solicitó, pero no para de acumular frustraciones. De no ser el prócer de nuestra historia que es, hoy estaría afuera del club y esta columna sería mucho más dura. Se lo ve confundido. Sin respuestas. Tiene espalda para soportar y pergaminos que mostrar como para tener una oportunidad más que el resto. Es imposible dudar de su capacidad como entrenador pero tendrá que revalidarlo. Debe acertar en la tecla rápidamente porque River no puede seguir conviviendo con tantas derrotas como las que sufre en su ciclo. La crítica interna es válida y justa. No nos gusta lo que vemos y lo decimos. Nadie está por encima del Club. Nadie. Lo que se debe hacer es cuestionarlo desde el respeto e intentar cuidarlo un poco ante el ataque externo mal intencionado. Fuera de River hay muchos agazapados que están esperándolo. Disfrutan destrozarlo porque lo sufrieron mucho en el pasado. Les da placer verlo en el piso y pegarle. Es fácil distinguir como prefieren titular “perdió Gallardo” en lugar de “perdió River”. Lo quieren afuera porque le siguen temiendo aún en su peor versión. Hay heridas que les ocasionó durante el pasado que en muchos casos todavía no sanan. Gallardo nos dio mucho y eso permanece en la memoria de propios y ajenos.

El futuro de River
Pensando a futuro lo más preocupante es que todavía no está claro cuál es el fondo. Qué más profunda puede seguir siendo la caída. La Copa Argentina ya es una triste historia pero lo que viene puede ser peor. Hay un Superclásico en 16 días que no se puede perder. Una clasificación a la Copa Libertadores que debe conseguirse y un desenlace de campeonato al que encarar con energías y seriedad. Son los objetivos que le quedan por delante a River y sinceramente no sabemos cómo hará para cumplirlos. No hay demasiados argumentos para intentar ser positivos. Ya ni siquiera se puede recurrir a esa palabra tan gastada y manoseada en último tiempo como es “creer”. Ese latiguillo ya perdió la magia. Nada en este equipo funciona como para confiar en que los resultados próximos sean diferentes a los anteriores. Solo el amor por esta camiseta y el espíritu de alentar siempre (en las malas mucho más) pueden hacer que cuando se nos pase esta inmensa bronca volvamos a soñar con alguna alegría. Nadie representó en este tiempo a River como se lo merece. Es momento que exista una reacción. Una muestra de orgullo. Fallaron todo el año y la verdad es tenemos miedo que al 2025 todavía le queden más derrotas de esas que nos lastiman. Ojala entiendan en algún momento el prestigio de la camiseta que utilizan y el escudo que defienden. Hasta ahora no lo hicieron y la responsabilidad llamada River Plate les está quedando enorme.

ver también
Los jugadores que volvieron a fracasar en River y hartaron a los hinchas tras la eliminación en la Copa Argentina





