Es imposible disimular la frustración acompañada de cierta sorpresa, pero los hinchas de River saben que Marcelo Gallardo es capaz de revertir la semifinal contra Gremio para obtener la clasificación a la última instancia de la Copa Libertadores. Por eso la despedida, pese a la tristeza, fue al grito de “y dale, y dale, y dale, River, dale” mientras los 4.000 simpatizantes del club brasileño celebraban en un codo de la tribuna Centenario Alta.
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La esperanza está latente. Cuatro mil fieles viajarán a Porto Alegre con la ilusión de una hazaña similar a la conseguida hace tres años en Belo Horizonte. Ésa confianza transmite el Muñeco, ovacionado como siempre, aunque mimado como nunca: el recibimiento, al compás de “River, mi buen amigo”, estuvo decorado por cintas rojas y blancas, un mosaico con las iniciales del club y otro con dos corazones rojos, varias cartulinas blancas rodeando a miles de láminas rojas y dos letras enormes: MG.
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Unas horas antes, el plantel recibió una cálida bienvenida cuando arribó al estadio Monumental. Después llegó ese recibimiento de colección al salir a la cancha. Posteriormente, hubo un aliento constante durante toda la noche, caracterizado por los hits habituales (“borracho, siempre voy descontrolado”, “yo soy del gallinero”, “Millonario, hoy te vinimo’ a ver”, entre otras) y el empuje necesario a través de “para ser campeón, hoy hay que ganar”.
El respaldo gigante no halló sintonía desde el campo de juego. Esta vez River perdió en casa. Debe ganar sí o sí en Brasil. De ninguna forma es imposible. Gallardo ya demostró que entiende cómo lograr el objetivo fuera de casa. Definió dos mano a mano en el país vecino: el éxito se le dio ante Cruzeiro y Chapecoense. ¡Vamos, Millonario!