La final de vuelta de la Copa Libertadores se iba a definir en el Monumental, el sábado 24 de noviembre. Sin embargo, horas antes del encuentro, el micro de Boca fue apedreado por unos hinchas en Avenida Libertador y Quinteros, a unas cuadras del estadio.
Tras el violento hecho, en el que algunos proyectiles hicieron estallar los vidrios del micro, el plantel de Boca llegó al Monumental y con el correr de las horas se fue conociendo que varios jugadores no estaban en condiciones de jugar. River se solidarizó y estuvo de acuerdo en que el duelo no se lleve a cabo ese día. Pero el eterno rival intentó sacar ventaja de lo que había ocurrido (pidió los puntos), fue a la Conmebol, recurrió al TAS y finalmente se resolvió que había que mudar la localía del Millo al Santiago Bernabéu (España).
Más de 45 días después de lo ocurrido, y tras una investigación, se conoció que el operativo de seguridad tuvo una clara falla: la zona por donde ingresó el micro de Boca estaba liberada. Como consecuencia, al responsable de dicho operativo -Horacio Marot- lo removieron de su cargo.
Y pensar que hicieron responsable a River como institución por lo ocurrido a unas cuadras del Monumental… Con la complicidad de la FIFA, Conmebol hizo un gran negocio y llevó la final a Madrid, donde los dirigidos por Marcelo Gallardo le demostraron a Boca quién es el más grande de la historia. Pero, ¿quién le devuelve al hincha genuino la chance de ver la final que no se jugó en el Monumental? Y ahora que se comprobó que el club no tuvo responsabilidad, ¿qué dirán aquellos que tanto embarraron la cancha?