Encontrar la fila para hacer el check in en Ezeiza no fue difícil. “Aquella, la de los hinchas de River” me respondieron. Mi valija con al funda del Más Grande no iba a ser la única. Ver el aeropuerto plagado de camisetas riverplatenses debe ser una de las sensaciones más lindas que hay.
Una vez realizados los trámites de migraciones las banderas comenzaron a desplegarse en los pasillos del Ministro Pistarini. La música funcional del Duty Free comenzó a mezclarse con los cánticos millonarios hasta el momento de los embarques de los vuelos que finalizaban su recorrido en los Emiratos Árabes.
Dentro del avión las charlas entre personas que recién se conocían tenían el mismo tópico. Las palabras que se desprendían de los diálogos eran “Pity Martinez” “golazo” “los bosteros…” “campeones” “fiesta”. También era recurrente ver en los celulares de la gente videos de la jornada mágica en Madrid, memes y más testimonios del momento histórico que se está viviendo.
La primera escala fue en Brasil, y al partir de las tierras brasileñas el avión despegó al ritmo de “ya se va la caravana de Porto Alegre”, el hit que sonó en las semifinales. La segunda parada fue en Africa. Allí los locales miraban de reojo a la banda de personas vestidos con el mismo escudo en el pecho que entonaban “El Pity Martínez, que loco que está”.
Casi 24 horas después llegó el momento de aterrizar en Dubai. No importaron las largas horas de vuelo, el jet lag, ni que se estaba llegando a las 3am. El aterrizaje fue musicalizado con “No me importa si ganás, no me importa si perdés, ponga huevo Millonario donde estés siempre estaré”. La ilusión riverplatense se seduce con conquistar el Mundial de Clubes, pero está claro que este viaje es la coronación y el festejo de haber conseguido lo que nunca antes alguien había logrado.
River alcanzó la gloria eterna y mandó a la oscuridad perpetua al que supo ser uno de los clubes más importantes del país. El Más Grande fue, es y será uno solo. River Plate, El Más Grande de la historia.