Son las tres y doce de la mañana. No puedo dormirme, pienso en River. Doy vueltas, una y otra vez. Pongo música en el celular. Es insuficiente. El sueño no llega porque la ansiedad, los nervios, el entusiasmo y vaya uno a saber cuántas sensaciones más que no sé explicar invaden mi cuerpo. Son nervios y motivación en partes iguales. Se viene ese partido que de tan soñado -vaya ironía al renegar con la almohada- puede ser una hermosa realidad o una temible pesadilla. Es imposible no pensar en ambos escenarios. Todos estamos igual, en mayor o menor medida. El mundo no se acaba en un partido de fútbol, pero es el mundo de quienes amamos a este maravilloso deporte y al mismo tiempo nos vemos representados en River.
El mundo no se acaba en un partido de fútbol, pero es el mundo de quienes amamos a este maravilloso deporte
¿Qué hago? ¿Cómo voy a soportar todos estos días? Nunca me gustó la idea de escribir en primera persona. Hago la excepción porque estoy experimentando un montón de sentimientos mientras tengo el celular en la mano, lejos del teclado de la PC. Llevo cinco minutos escribiendo, pero faltan milespara ir a la cancha de Boca a cubrir el Superclásico. Un Superclásico distinto a todos los que me tocó cubrir. Soy hincha de River y combino mi pasión por los colores con el profesionalismo que se necesita para afrontar este momento. Es una ventaja y una presión: en el primer ítem está esa suerte de anestesia que implica distraer los pensamientos con la preocupación de averiguar toda la información posible durante estos días, aunque a la vez resulta difícil cuando hay tantos temas por abordar. Al fin y al cabo, es lo que elegí y tantas satisfaccionesme dio.
Sin embargo, esta vez es diferente a las demás. Hay un River-Boca (hago el paréntesis para decir que estoy harto igual que vos: se define en el Monumental, el primero en ser mencionado tiene que ser River) que define cómo nos vamos a sentir desde el 24 o 25 de noviembre en adelante. La gloria o Devoto, sin términos medios. Un amigo de San Lorenzo que también es periodista me dice que hay asuntos más importantes. Tiene razón, me habla de la salud y nuevamente le doy la razón. Pero ojo, también le explico -quizás en vano- que para River esto representa algo tan especial que difícilmente otros puedan entenderlo. Es más que una serie de 180 minutos, es una oportunidad única que todos los que sentimos estos colores entendemos sin que haga falta explicar los motivos.
Desde las tribunas debemos contagiar esa energía tan positiva que aprendimos a transmitir con Gallardo como DT
Y sé que todos lo entienden en el club. Socios e hinchas. Dirigentes y empleados. Jugadores y cuerpo técnico. Es una causa en común. Nos jugamos mucho. Sí, todos. Ni vos ni yo entramos a la cancha. Por suerte quienes tienen aptitudes técnicas son los que deben encargarse de esta final. Y pese a eso, la energía de nosotros va a ser necesaria para generar una atmósfera especial en el Monumental. No creo en cábalas ni en mufas. Jamás me fijo qué ropa me puse, dónde me senté ni nada por el estilo. Siempre digo que en la otra vereda también usan cábalas, pero uno solo termina festejando. Sí creo en la buena y la mala energía como también creo que en el trabajo de los jugadores, el cuerpo técnico y, hora de mencionarlo -ya llevo quince minutos escribiendo-, Marcelo Gallardo. Me detengo en él. Lo admiro, de verdad. Pase lo que pase después de la Copa Libertadores, nada cambiará mi forma de pensar. Y lo confieso: hace rato que quiero pedirle una foto, pero nunca encuentro el momento preciso porque cuido las formas y cuando trabajo intento despojarme por un rato de esa idolatría que tengo hacia él. Me sobran motivos, son más o menos los mismos que tenés vos: siente a River -qué poco me importa ese video en el que reconocía ser del Cuervo, aprendió a respetar, querer y valorar como pocos al manto sagrado-, defiende sus intereses, le gusta ganarle a ‘ellos’ igual que a todos nosotros, es inteligente para hablar en nombre de River y como DT superó a su versión de jugador con lo que eso significa.
Pienso en qué hará Gallardo. Qué jugadores va a elegir, cuál será su estrategia, qué mensaje le bajará al plantel para ganar esta batalla futbolística. Son tantas las opciones que me pongo nervioso de sólo pensar cuál conviene. Nadie hace futurología. Y, sin embargo, recuerdo la entrevista que le hice a Javier Pinola hace un mes: me dijo “Gallardo es superior a todos”, obviamente refiriéndose a otros entrenadores. Tanta convicción me sorprendió. Eso logra el Muñeco. Y vos te estarás preguntando por qué elegí el título de la nota a esta hora. Es fácil: mientras yo me vuelvo loco imaginando goles, jugadas, escenarios deportivos y ese desenlace que todos los hinchas de River soñamos al mismo tiempo que sentimos nervios, ansiedad, temores y mucho más, recuerdo una frase de Gallardo que debería ser un lema para todos estos días con el fin de tranquilizarnos y crear el clima de optimismo que tanto empujó desde afuera durante estos años: “Esto no se debe tomar como una presión, sino como un privilegio de jugar este tipo de partidos. Hay que disfrutarlo en todo sentido porque no se sabe cuándo puede volver a ocurrir”. Esa serenidad, esa sonrisa y esa confianza hacen que sienta una enorme dosis de calma. Si el líder está bien, nosotros debemos acompañarlo. Hay que hacerle caso a Gallardo.