Un arranque que invita al desasosiego. “Compro aire, y si es puro, pago mucho más. No voy a tolerar que ya no tengan fe, que se bajen los brazos… […] deberíamos andar desnudos silbando por ahí”, canta “La Vela Puerca”. Pero no… otra vez el mal olor…

La mesa estaba servida para arruinar la fiesta de Blas. Esa que Giunta instaló mediáticamente en la semana. Y a quien el Coprosede y funcionarios mediante le siguieron el juego. Esta vez no hubo absurdos ni logísticas, ni riesgos que aventar. Interesó más el negocio de vender la excursión de River a Casanova, como si fuera un parque temático del Lejano Oeste. Nadie sopesó los antecedentes de barras locales enfrentadas, los costos del operativo policial, la inseguridad, la incomodidad, nada de todo aquello que River habitualmente paga con costos sociales. La institución de la insigne fragata necesitaba de un gran “partenaire” y lo tuvo. Supo cómo jugar su póker político. Debe sentarse en la mesa grande del tugurio de AFA, o alguna más arriba.

Y no… llegó River, con su ruido, con su gente, sin imaginar más claroscuros. Todo parecía tan luminoso como la tarde, si hasta los pantalones blancos le hacían juego. Y sin embargo aparecieron los nubarrones. Rescató un punto, pero se cargó la mochila con incertidumbres. Y eso es lo que intranquiliza. Asombra como de la intrascendencia del rival, de la superioridad que establece de entrada –golazo de Cavenaghi incluído-, en vez de agrandarse se deshilacha, desaparece. Corría el minuto 20, y en una jugada insólita de pelota parada, el “Indio” da rebote a un tiro libre “embolsable” y regala la propina. La defensa sin reacción para pegarle un puntazo, facilita un empate tan raro que no se sabe ni quién es el autor. Debe haber sido Cisterna porque ahí River comenzó a hacer agua por todo lados. Otra vez lo atacó esa extraña metamorfosis que lo transforma, de príncipe a sapo y feo, muy feo. Es tan duro el golpe, que queda atontado. Y si no se va perdiendo al entretiempo es porque ligó y los líneas alguna vez se equivocan a favor de River. Aparecen el zurdito García a puro caño, lujoso y práctico, y el Vega de Brown -el de vincha -saca a pasear a Maidana y a Vella como pocas veces lo vi. Se muestra movedizo y astuto. Claro, es la hora en la que Ponzio no releva, ni es salida, ni hace la banda. Y al Tano la cancha le queda inmensa. Cirigliano no da abasto y pierde su condición de eje de la circulación. El equipo se derrumba anímicamente. Se transfigura hasta la impotencia. Son 25 minutos de descontrol donde al Chori se lo tragó la tierra, Ocampos –frenético- parece un trompo y el “duelo al sol” tan promocionado parece que se puede inclinar para el local. ¿Qué cambió? ¿Qué había hecho bien hasta ahí? Tener concentración, estar enchufadito, pelear cada pelota como la última y presionar bien arriba. ¿Qué pasó luego? El empate lo desorientó. Frágil psicológicamente, entró en pánico y se fue pidiendo la hora.

En el vestuario, Almeyda mete mano. Afuera el Chori por lesión, entra Ríos. Que tampoco es enganche pero aporta algo más de ganas. Y al final, con el ingreso del Keko acierta. Uno que abre la cancha –al fin-. Villalva mete el freno y un par de quiebres que levantan al equipo. Lo tuvo Funes Mori dos veces, y otra vez sopa. Conclusión: rezamos por la recuperación de Trezeguet y la vuelta de Sánchez para no repetir el doble cinco – ya fracasó con Ledesma-. Hace falta acomodar las piezas que no encajan en el fondo, y los arqueros… ¡Dios ilumine a Almeyda! Hay demasiado descontento espontáneo y fogoneado.

El pueblo de River aguanta, pero a no abusarse. “Hoy se asume lo que venga y aunque pierda lo que tenga se va a morder para aguantar. Llega la batalla, algún día va escampar… al dolor que algún día supo ser sabe que no va a volver. Sólo quiero entender para seguir. …” . Es hora de meditar, River. Ayer se olió intranquilidad, nerviosismo y desconcierto.

Hay tarea para el hogar. ¿Por qué River arranca siendo Casanova de la ilusión y le dura lo que un soplido? ¿Por qué se relaja, espera masajes, candor y facilidades, en una categoría donde el mal olor se contagia? Aguante, Pelado… no son horas de aventuras mesiánicas, y que a nadie se le ocurra. Al final, el empate de Instituto amainó el temporal y la atmósfera es más tolerable. Dos puntos no es ventaja.

Hay que volverse a oxigenar. A respirar hondo y buscar en lo profundo el perfume de la historia más rica del futbol argentino. Dosificarlas de humildad y sacrificio y a no quejarse del “jardinero”… que aunque sea verdad solo sirve para agrandar giles. (“Soy el Alex Ferguson de Argentina” – Blas Giunta dixit, en un exabrupto tragicómico)