Decididamente, los hinchas de River estamos para el diván. Si vamos últimos, reventamos las boleterías. Si vienen las vacaciones, relojeamos a full el almanaque. Dejamos todo por ir a Mar del Plata o Mendoza. Si jugamos de visitante, a las cinco de la mañana ya estamos con la almohada pegada a la cara haciendo cola. Si se juega el Superclásico, desde Ushuaia a la Quiaca, la gente larga todo por venir. Todo en uno o dos días a lo sumo. Y si hay feriado largo, como este fin de semana, a nadie le importa.

River es una droga. No hay remedio para esta enfermedad, no hay familia. no hay día soleado. No hay Chascomús, Mar del Plata, Entre Ríos, no hay paquete de cuatro días y tres noches. No hay amorcito que valga. No hay siestero, asado, ravioles, cine, jueguitos, ni Shopping. Todo queda stand by. Estamos concentrados. Hay lugar para unos choris, unos patys y alguna que otra que otra birra tempranito. Lo único que hay, es cementera pasión. El domingo, contra el Bicho de La Paternal, explotará la Sivori alta y todos los rincones del Liberti. Sólo eso. Sí, adictum, somos esclavos. ¿Escuchó, doctor?. Y a mucha honra.

¿Cómo? ¿Qué la cancha va estar como la ruta 2 o la 9? ¿Y qué duda cabe… y a quién le importa? Nosotros, los hombres, dejamos la caña de pescar en el freezer y nuestras “amazonas”, las guardianas del Monumental, la única pilcha que plancharon fueron La Banda y los jeans. Las pinturitas, los perfumes, esas remeritas sexys, que hacen portación de ombligo, pueden esperar. Y sí doctor, mudamos el picnic al tablón. Es más fuerte que nosotros. ¿Qué me va a decir, qué es una locura, que no se puede ser tan fana? Diga lo que quiera. En Facebook tengo todo tipo de contactos: pibas, pibes, jóvenes maduros, casados, separadas, solos, solas, profesionales, desocupados, clase alta, media, baja, toda la fauna que usted guste elegir. ¿Es para hacer un estudio sociológico? Ahí sí estoy de acuerdo. Si viera los tatoo…

¿Cómo se explica este amor, por qué esta hinchada no afloja? Ayer se me pegó una frase de Woody Allen, el director de cine: “No hay felicidad sin sufrimiento”. Y algo de eso debe estar pasando. Porque esta hinchada la pasó mal de verdad, pero aún así siempre puso el pecho y se fue rumiando de bronca para adentro pero altiva y estruendosa para afuera.

¡Cómo pretender cambiar dos días de playa por dos horas de Monumental a pleno! No, no hay comparación posible. No, la emoción y la fiesta de volver a ver a River puntero es única. Además, se percibe un espíritu de unidad, de equipo, como hace rato no se veía. Se olfatea que hay ganas de ir por más, pero que la consigna es clara. Soñemos despiertos -como baja línea Jota Jota-. Cada partido es una final y los jugadores lo saben. No es momento de ser bocones. Para eso están nuestros primos desheredados de gloria a morir y su archi conocido Cabaret.

Yo no tomo pastillas, ni Rivotril, voy a alentar “tordo”. Alentar, me limpia. Me entrego. Me siento como en el coro de la Iglesia, qué se yo. El último astronauta del viaje a Venus. Ramsés, el hombre mirando al sudeste y disfruto de este presente, aunque no me importan tanto esos malos resultados. Disfruto de esta paz que se va alcanzando sin cientistas ni egresados de Harvard, filósofos, ni geniales lingüistas. Gente común, doc. Se está armando un equipo como queriendo reencarnar en aquel glorioso del ‘75. Y para eso, el “Discurso del Rey Daniel”, bastante tartamudo, por cierto, se va haciendo entender cada vez mejor. Habla poco, igual que su adlater on campus. No dan para la cátedra oratoria, pero sí para la arenga y la táctica. Para lo básico, como para que se entienda.

Que no teníamos ni tenemos equipo para campeonar… pero si los que eran candidatos no rinden y nosotros crecemos, y esta masa impresionante cree y empuja, ¿quién le dice? ¡Ja! Manso y tranquilo, como decía Piero, el tren de carga va. Repleto de austeridad y también de ilusiones, pero con la fuerza de Gandhi. Así está River hoy, queriendo liberarse de su reciente pasado oprobioso. Calladito y expectante.

Mientras tanto, nosotros seguimos sin cura. Dejamos la reposera, la heladerita, el protector solar, los boletos de avión, las reservas telefónicas, los planes de las minivacaciones para más adelante. Nos quedamos acá. A matar al Bicho que viene agrandado en la Copa. Y si, necesitamos diván, pero a esta altura, la mejor terapia es terminar en cuero al grito de “jugando bien o jugando mal, yo te quiero, no me importa nada, ¡te vengo a alentar!”. Turismo del corazón que le llaman…. Venga tordo. Clase práctica de sublimación del sexo. Erotismo puro sin contacto. ¿Sabe qué tour se está perdiendo?

Imagen: La página Millonaria