¿Quién gobierna actualmente River? ¿Dónde está Aguilar? ¿El vice? ¿La Comisión Directiva? ¿Quién respalda al técnico en su hora más crítica? ¿Por qué a la hora de los fracasos se lo deja tan solo como a los leprosos en la antigüedad? ¿Y por qué a la hora de las contrataciones, presentaciones e ilusiones, aparece su foto multiplicada junto a las sonrisas de tantos dirigentes?

Las desapariciones públicas de sus máximos responsables, desde hace un mes a esta parte, son cada vez más notorias La última imagen del Dr. Aguilar coincide con la noche de la aprobación del cuestionado presupuesto. Hoy, las únicas caras visibles son las de Domingo Díaz y la de Fito Cuiña. Impertérritos, le ponen el pecho a las balas, aún cuando ya no quedan demasiados argumentos. El resto: ¿Quo vadis?

¿No sería saludable para la calidad institucional del club que el presidente fuera quien diera su respaldo a Gorosito si es que así lo ha decidido? ¿Quién otro debería respaldarlo sino él, responsable directo junto a sus colaboradores más cercanos de la confianza depositada en Pipo para dirigir al primer plantel hasta fin de año? En la conferencia que diera en las últimas horas a la prensa, el técnico aseguró: “Sería más fácil irme ahora y ahorrarme los silbidos. Sigo creyendo que todavía se puede revertir esta situación…”. Luego, agregó: “A dos meses de las elecciones sería una imprudencia renunciar pero para salir de esta situación complicada los riverplatenses tenemos que estar más unidos que nunca”.

Mucho de lo que dice Gorosito suena a sentido común, sin embargo, todos sabemos que más allá de sus buenas intenciones su nave no navega por mansas aguas sino más bien por un mar absolutamente tempestuoso. Está en una encrucijada que encierra una peligrosa paradoja. Quedarse no solo alivia a la dirigencia, sino que lo mantiene en respirador artificial y de obtener dos o tres triunfos seguidos es probable que pase a terapia intermedia, motivo por el cual su prestigio de cara a diciembre 2009 podría llegar más indemne de lo pensado.

El riesgo está en que la crisis se profundice y junto a ella, la obcecación de quienes no quieran practicar la eutanasia obligada. No sólo enterrarían el curriculum del actual entrenador sino que quien sea su sucesor entraría absolutamente condicionado por el promedio. Aquí la única alternativa sería un pagaré renovable cada siete días, ya que no queda margen para “el proyecto” alguna vez enunciado. Por otro lado, sentar un técnico nuevo a sesenta días, del fin de un ciclo y comienzo de otro con River al borde de entrar en la zona de Promoción es más o menos lo mismo que convocar a alguien para que se siente en la silla eléctrica.

De allí que su razonamiento prodigue sensatez, aunque de todos modos, no es él quien ha decidido su continuidad sino la gente que lo contrató y hoy, sin reelección por delante, resulta poco decorosa la actitud de no querer exponerse y respaldarlo de cara al hincha. Las invocaciones de Gorosito son harto elocuentes para que ello ocurra. A River le quedan 14 finales para no desembocar en un mal irremediable. Si le cortarán los cables antes o después es hacer futurología. Hoy más que nunca depende de su propia inteligencia emocional. Debe resucitar un equipo con poco resto anímico, convencer a una hinchada que le fue perdiendo la confianza y hacer aparecer a sus conchabadores desaparecidos en el momento que más los necesita.

Sobre esto último es donde aparece el gran interrogante: ¿Hay desgobierno? ¿O creen que jugando a “las escondidas” se salvarán del juicio histórico? Dar la cara por un técnico, casi imposible de reemplazar, por los tiempos electorales que se manejan, sería un gesto que no sólo los honraría, sino que los reconciliaría en alguna medida con el pueblo riverplatense, harto de tanta ironía malgastada, tanta suficiencia y autismo.

¿Pedir gestos de grandeza a esta altura? -¡qué ingenuidad pensarán algunos lectores!. Sin embargo, no es poco lo que se juega River en los partidos que se vienen. Pareciera que el miedo a quedarse otra vez simbiotizados con otro fracaso los espanta. Tanto es así, que no pueden analizar que hasta visto en términos de rédito político su apoyo podría ser una buena inversión. Si Pipo levanta la puntería y saca a River de la posición en que está, gana él y gana Aguilar. Si se derrumba definitivamente, lo único que haría es no poder levantarse de donde hoy ya está.

En ese caso como siempre sucede el chivo expiatorio volvería ser el DT. Es dramático. Parece una ruleta rusa con un solo casillero vacío. El resto del cargador está completo. Cuando se pierde la brújula pasan estas cosas. No hay horizonte a la vista y queda agua hasta el fin de semana. Enhorabuena que quienes hoy no dan la cara estén buscando algún oasis de donde recogerla pronto. Por lo pronto parecen perdidos buscando anchoas en el desierto. Y van ocho años…¿Todo pasa o todo queda?

Imagen: Fotobaires.