Mis respetos, ante todo. Mi idolatría después. “Merci”, por lo de ayer… el “Moulin Rouge” del futbol se mudó a Núñez. Un espectáculo incomparable. Y además fuimos testigos y protagonistas de un partido emocionante. A cara de perro.

Ahora lo describimos, pero por favor, Sr. Almeyda, “Sil vous plait”, acépteme decirle. Y me hago cargo de un sentimiento y una emoción que trasciende lo personal. Por favor, no lo saque más a Monsieur Trezeguet, de acá hasta el final. Juéguesela con él. Usted, mejor que nadie sabe lo lindo que es ver a River motivado como se lo vio ayer. Y David proporciona una felicidad contagiosa. Que el banco no nos expropie más esa magia.

La pelota que flota otra vez en el gol, los hilos invisibles que la sostienen. Tantos trucos, otra vez: la almohada del pecho como recurso de pase, la cabeza como el florete de un mosquetero, y la gracia en cada toque de espaldas, preciso, clarividente, sutil. Parece que ni transpira y juega con camisa de seda. Ayer hizo casi todo bien. Contabilizados, un pase mal dado.

Háganos la gauchada, ¿oui? Estamos felices porque vimos un partido emocionante. Un River grande, una hinchada al palo, que enmudeció a los 6.000 cordobeses. Que no le permitió ni abrir la boca. Un partido a corazón abierto, de área a área hasta que River se acomodó y fue inclinando la cancha hacia el arco de Instituto hasta maniatarlo.

Hay que felicitarlo claro, por haber puesto “toda la carne en el asador” en el partido que más necesidad teníamos de ganar. Y se ganó porque el equipo entendió su mensaje. Había que dejar la vida y superar a un rival incómodo, que está donde está por méritos propios. Instituto goza de una plausible identidad. La de jugar siempre por abajo, aún cuando lo presionan. Tuvo un abanderado en Videla –jugador a observar-, la habilidad de Lagos, la enjundia de Fileppi y la movilidad de Encina. Dybala quedó muy aislado y en deuda por sus antecedentes.

Fiel a su estilo, la Gloria, inexorablemente, terminó exponiéndose demasiado. Fue hasta que Sánchez se acomodó, Ponzio empezó a acertar los pases que no hay que fallar, Cirigliano la puso bajo la suela y Díaz comenzó a ganar en confianza. River salía rapidísimo con la “mentirosa lentitud” del Maestrico. Hombre cerebral, de técnica y pausa, ágil en los conceptos, que ayer se entendió con Cavenaghi a la perfección. River martilló y el gol debió llegar antes, si no hubiera sido por la magistral tarea del arquero Chiarini –de lo mejor de la categoría, seguramente-

Aún con el Chori en baja, River fue adueñándose de todo. Había olor a perfume francés en el área. Y David, que había tenido dos, en la tercera no falló. Abrazó el banderín como si fuera un micrófono para todos los hinchas de River del mundo. Alzó su brazo derecho al cielo agradeciendo al pueblo millonario, como si fuera el sombrero de mosquetero del rey… y nosotros, su soberano.

Háganos la gauchada, Matías. Usted es inteligente, culto. ¿Qué más le puedo decir del influjo Trezeguet? ¿Para qué dorarle la píldora? Si usted es un pedazo grande del corazón de River. ¿O no escuchó esa ovación del final cuando paso por debajo de la Sívori?

Sr. Matías, ayer hubo una erótica fragancia en Nuñez… ese placer tribunero. ¿Quién no desnudó su alma, se sacó y la piel y lijó sus cuerdas vocales, como hacía tiempo no sucedía? Fue el Bonus Track de un tarde que fue una fiesta por color y calor humano.

Miles de pibes alumbrando su pertenencia a la banda roja. Perplejos, maravillados, desde esa escenografía sólo equiparable al ojo del volcán que es el Monumental en llamas, como ayer. Y eso es mérito suyo, porque usted armó este equipo, que ayer tuvo en Trezeguet el “Arco de triunfo” rendido a sus pies y el Moulin Rouge en la piel del hincha de River. ¡¡¡Sil Vous Plait, Matías… el show debe continuar!!!