Anda el Diablo Negro del carnaval bailando por los barrios. Y el domingo vuelve al cemento de Victoria. Es que ya no hay más tablón que no conozca, aunque cambie de disfraces. Anda con ropa de fraile franciscano, pero abajo lleva la Banda Sangre. Sabe que es cuestión que ruede la bocha y abandone los hábitos. Sabe que la sangre le convida el vino de Los Habitantes del Infierno. Y que esa bodega está lista para darle vida y alegría. Que lo va a asaltar cada domingo, como éste que se viene contra el Tigre del Vasco Arruabarrena, donde arranca su misionera función.
Lleva escondido su Momo, sabiendo que le toca bailar con la más renga. Que va a un carnaval de barrio. Son seis meses de tatuajes, de cartones, de apliques en las levitas, gracias al don de la vieja y al amor de alguna hermana. Que no hay dandies, no hay estrellas. Que el micro es a la romana, porque hay que seguir la fiesta. No nos vengan con rezongos de que no hay ningún Sinatra, ni Minelli, ni Freddie Mercury. Lo que hay es esta banda, la que aguanta desde el día que salimos de La Boca para murguear donde sea. En las buenas y en las malas.
Traigan los pitos, entonces. Que suenen los redoblantes, los tambores y el repique. Si hay música rioplatense, esa es la riverplatense. Vamos por los milagros del presente retorcido, para pedir que sin guita se haga fuerte el Millonario. Vamos a burlarnos de esa realidad arpía. Ya bastante tenemos con la apagada fe del usurero. ¿Quién le paga intereses a este moroso cuando nos llena la vida de gracias y de emociones? Venga vida, venga, déjese llevar. ¿No vio que andan los duendes vestidos de elegantes, mimosos, caprichos, viciosos, bacanes? Venga que acá está su ADN carbonero. De las orillas mudadas de La Ribera hasta al Plata. Venga que anda su esqueleto de porteño buscando ritmos de cancha. Venga a ver a sus mascotas que vienen haciendo escuela. Que ya saben los tres saltos, la matanza y la rumba. Igual que ese piberío, como el Manu y el Erik, saben de caños, de rabonas y pisadas. Y si falta purpurina roja y blanca en el pecho, tenemos al Gladiador bastonero de la orquesta. El que es capaz de cazar sin cobrar la piel del oso.
Arrímese hasta Victoria, igual que el padre Francisco, que como usted, como yo, le gusta el fútbol y el vino. Es de los nuestros. Le explico. Además del sacramento que suele darle a los pobres, comparte el pan, la esperanza y luego espera la misa… pagana de los domingos. Sabe que nos aguarda un semestre de oración, para que el Diablo se abuene hay que soltarlo y bailar. Y nosotros, con esta banda del “delirio y carnaval”, con trapos, con estandartes, con las banderas de todo el país, con River en la piel, sin dudar ni un solo instante, de fierro “vamos a estar”. Noche de carnaval en Victoria. Como siempre, allí nos vemos. Más que siempre, a no aflojar. ¡Bum… chi… chi… chi… bum!
Imagen: La Página Millonaria.