(Osaka – Enviados especiales) Gracias a un cabezazo de Alario, el campeón de América se impuso 1-0 sobre Sanfrecce Hiroshima y se clasificó a la instancia decisiva del Mundial de Clubes. Ahora, espera por el Barcelona o Guangzhou Evergrande. El equipo dejó una imagen floja, pero la ilusión se encuentra intacta para el domingo.

Desahogo. Emoción. Gritos de alegría. Lágrimas de felicidad. Un sinfín de sensaciones describen la experiencia que atraviesan los hinchas de River durante estas horas. Hubo sufrimiento, aunque sirvió para gozar. El Más Grande está en la final del Mundial de Clubes. Y ahora espera nada menos que por el Barcelona, excepto que Guanzhou Evergrande construya una inexpugnable muralla china este jueves, en Yokohama. Por lo pronto, Marcelo Gallardo y sus dirigidos se sacaron una mochila de encima. Esa presión y responsabilidad de ser banca frente al último conjunto que entró a la competencia, el humilde, pero sumamente capaz, Sanfrecce Hiroshima.

River desactivó la bomba de Hiroshima. Evitó lo que hubiera sido una catástrofe deportiva frente al reciente campeón nipón, teniendo en cuenta la expectativa generada en torno al viaje a Asia. Es que Marcelo Barovero, la figura con tres atajadas muy difíciles, sostuvo el cero durante la etapa inicial para que la fórmula de Asunción, donde nació “que de la mano del Muñeco vamo’ a Japón”, tuviera réditos casi seis meses después: envío de Tabaré Viudez y gol de Lucas Alario, aunque en esta ocasión con una intervención indispensable de Jonatan Maidana para incomodar en el salto al arquero.

Lo cierto es que River por momentos sufrió. Aunque haya sido como producto del espacio que dejó atrás, como consecuencia de una presión insuficiente al no conseguir que fuera completamente en bloque, la realidad indica que más allá de las jugadas de riesgo Sanfrecce Hiroshima supo manejar mejor la pelota. En líneas generales, exhibió la salida limpia que lo caracteriza y demostró la velocidad de sus intérpretes. Del otro lado, Carlos Sánchez y Leonardo Pisculichi se pusieron el equipo al hombro, pero sin demasiado éxito. Las ganas estuvieron lejos de entrar en sintonía con las ideas. Hubo excesos de centros, mayormente ineficaces, simplificando la tarea defensiva local.

La etapa inicial dejó un saldo negativo. Incluso, guste o no, preocupante. River tuvo anemia ofensiva y padeció cada avance de Sanfrecce Hiroshima. Pero en el complemento poco a poco cambió la situación. Rodrigo Mora desaprovechó una chance inmejorable. El ingreso del uruguayo Viudez fue una suerte de capítulo dos con relación a la inolvidable noche del Defensores del Chaco. Es que generó la infracción que él mismo ejecutó para que el desahogo llegara a los 27 minutos en la cabeza de Alario. De ahí en adelante, el Millonario se soltó. Empezó a jugar con mayor seguridad. Le faltó reflejarlo en ataque, aunque al menos redujo el margen de peligro atrás -tenencia mediante del balón- y terminó celebrando la clasificación a la final del Mundial de Clubes. El sueño se sigue alimentando y dentro de cuatro días puede alcanzar la gloria eterna.

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