Perdón por la calentura, pero ayer domingo tuve un día fatal. No se me iba y todavía no se me va. Cometí exabruptos justificados e injustificados. Se me salió la chaveta. En fin, no se si estoy más caliente con River que con los bosteros. Y estoy ahí, peleado con todos y hasta conmigo mismo. Con el bosteraje que me gastó ayer. Esos que en el último clásico eximí de las cargadas por razones de urbanidad y ahora me devolvieron una puñalada trapera. Con los hinchas de River que se aferran exclusivamente al aliento cuando ya no alcanza ser campeón en las tribunas, hace falta dar examen en la cancha también. Yo doy la vida por estos colores, pero quiero que estos jugadores también la den. A mi me importan “estos malos resultados” porque son producto de un mal funcionamiento. Y más embroncado estoy con los que me tildaron de “fatalista” el día después de la derrota con Racing minimizando la crítica sobre el “pesto” que nos comimos. Era una luz anaranjada que estaba prendiendo. Un llamado de atención urgente. Se venía Boca y con Boca no hay revancha. Se gana o se pierde un campeonato en cada partido. Amistoso, de copa u oficial. También caliente conmigo mismo por tanta idealización sobre los “juveniles” y que ese amor incondicional en los escritos, en las tribunas reciba futbolísticamente chirolas a cambio.
Se vino Boca y lo sufrimos más de lo esperado. Hemos visto caer a técnicos grandísimos de una y otra parte por derrotas en un clásico. Mi temor era darle las mismas ventajas a Riquelme que a Gio Moreno. Estamos en el horno, pensé, si obviamos esa posibilidad. Pués bien, por suerte, el “pecho frío” no jugó, pero fue peor. Y mi calentura rompió todos los termómetros al ver a Palermo jugando a lo Riquelme. ¿Qué es esto? Ciencia ficción. El “juego del miedo”…¿qué película es?. No caigo en mi asombro de ver que la misma “momia” del 2010, se convirtiera en la figura del clásico. ¡Ah Bueh!- me dije. “Si este tipo que tiene casi la edad de Almeyda y juega en donde los espacios se achican con la marca mano a mano, no se lo puede anticipar y encima te tira tacos y asistencias: ¡Muchachos, dediquémonos al golf que no hay contacto!”. ¿Cuántos años vamos a tener que soportar que este tipo nos goce?. Ya van cerca de quince, si mal no recuerdo. Y cuando lo dábamos por muerto, como fue en el último clásico, permitimos que otra vez resucite. No, discúlpenme, estoy muy caliente. Porque si un crack, como el diez de Racing, te saca la pelota y hace jugar al resto y no lo podés controlar es entendible. Pero no Palermo… , “¡me tenés seco y enfermo!”.
Y volvió el mismo esquema ese que nos amargo la vida durante diez años. Fuerte atrás, jugando siempre al límite entre la rudeza y la mala leche. Con otra línea de cuatro casi pegada a la del fondo que era la de los volantes. Pero…¿con el Burrito Rivero haciendo pata ancha allí para manejar la pelota?. No, no podía creer lo que estaba viendo. Esquema ultra Bulldog. Bien cerraditos atrás, salida rápida y precisa. Sin figuras sobresalientes. Pero prácticos. El partido esperado. ¿Y nosotros como contrarrestamos?. No hubo planteo. Jugamos a ver qué pasa. Larguísimos, livianitos, con Almeyda perdiendo precisión en su misión de “cazabosteros”. Raspando, metiendo más de la cuenta, mientras el resto muy pero muy estático e indolente Y así vía pelotazo a Mouche, como en la época del mellizo, y su conexión con el “optimista encendido” nos vacunaron con una naturalidad pasmosa.
Terminó el primer tiempo y me preguntaba como haría el Barsa para jugarle a un equipo de las características de Boca. Primero haciendo corta la cancha. Achicando lineas. Después moviendo las piezas para uno y otro lado buscando no solo espacios para la creación sino velocidad en la recuperación. ¿Iniesta y Xavi quitan?. Sin ser especialistas tienen contracción al sacrificio, igual que todo el equipo que no demora ni 30 segundos en recuperar el balón. Esos es lo que deberían entender Lamela y Lanzini, por ejemplo, y ni hablar de Ballón (¿por qué no Affranchino?), Pereyra, y hasta Pavone. Pero River sigue siendo un ajedrez, sin torres que desborden, alfiles que metan diagonales, diferentes que te hagan un jaque mate y lo más triste, como se vió el sábado sin peones.
Estoy con bronca. No quiero más ganar el duelo de hinchadas solamente. Quiero ser campeón en la cancha. No creo en la grandeza sin sacrificio. Y quiero a un River que ataque, que sea protagonista. No puede ser que Pavone juegue al llanero solitario. Como alguna vez le tocó hacerlo a Funes Mori. Ah, me faltó decir que lo primero que haría Pep Guardiola sería atacar, sin claudicaciones. Claro que River no es el equipo Catalán pero la idea de juego debe ser por historia parecida o similar. Hay cuestiones de mentalidad. Los buenos equipos saben atacar en bloque y defender en bloque. Queda como conclusión, que se hace imprescindible rejerarquizar el plantel. Con los pibes no alcanza, está comprobado. ¡Que vengan Ortigoza y si se puede también Mercier!. Y, fundamental, salir a la búsqueda de un creativo de categoría. ¿Por qué no Ervitti si no se puede D´Alessandro?.
No me banco ni yo mismo. Pido disculpas. El amor incondicional no se compra ni se vende. Está. No está en duda. Pero no quiero tantas “proclamas”, me agarran saudades de tiempos en que nos casábamos únicamente con el folklore mientras distraído, mirándonos el ombligo, nos saquearon el club. Por eso en un momento de sosiego. Subí a Facebook ese canto a la esperanza después de la bronca que es “una canción posible” de Victor Heredia que dice…”dame una leve canción…dame una nueva ilusión…que vivir sin esta vida es imposible para mí…los que han dado su costado… victoriosos torturados, pero nunca derrotados…el futuro está en tus manos y en mi amor”.
No me alcanzó…la calentura me sacó, sepán disculparme. Te amo River, sabelo. Es imposible vivir sin vos. Pero, a veces me canso de ser hombre también y comerme tantas piñas al corazón. También tengo derecho a enojarme.
Imagen: Federico Peretti / La Página Millonaria