Escribo desde Uruguay. Acá dicen -además de que Iván Alonso se va a cansar de hacer goles en River- que ellos descubrieron a Gallardo como deté. Se lo quieren apropiar, como hicieron con Gardel y como nosotros hicimos con Enzo. Es uno de los tantos pequeños orgullos que construyen el imaginario colectivo del Paisito, me dice Amadeo, el viejito que vive en la casa de al lado y que festejó para adentro cuando supo que nos gusta el fóbal y que iba a poder desplegar todo su conocimiento.

Acá no hay mucha señal, pero de una u otra manera vi los últimos dos partidos de River. Una vez, en el sur de Italia, en un pueblito perdido en la montaña, vi un clásico por el celular y por Skype: un amigo filmaba su propia televisión de tubo y así me quedé dos horas mirando cómo les ganábamos en pixeles que iban y venían. Así que esto de Uruguay fue una tarea fácil.

No hizo falta tener demasiada señal para darse cuenta de que River está descompensado. Es doloroso verlo con tanta claridad, o creer verlo con tanta claridad, y que el Muñeco no tenga la misma lectura. Y es una de las primeras veces que ocurre: contra Independiente el torneo pasado descubrí que Gallardo era humano. En realidad, no lo descubrí: lo dijo él. Después de ese cero tres, un cero tres que también podría haber sido cero ocho, para ser sinceros, el tipo se plantó y lo dijo mirando a las cámaras: “Me equivoqué”. Gallardo decía que había pifiado con el planteo, y era algo que todos vimos por tevé, pero acaso yo terminé de confirmar que el plan del Muñeco daba error cuando lo confirmó él mismo: me negaba a creerlo. Si Gallardo es el tipo que me calló tantas veces en un principio. Si es el único deté que sabe más que los hinchas. Llegamos a un punto en el que si el tipo ponía a Barovero de estoper todos pensábamos “y, sí, es raro, pero si lo hace Gallardo por algo será, algún plan maestro tiene que no estamos viendo”. Pero a la fuerza tuve que creer que también se equivoca el tipo, él nos tuvo que hacer creer eso. Tal vez hasta haya sido liberador para él, demostrarnos que es humano. Ese día, el planteo realmente parecía malo: un solo cinco y todos para arriba, con muchos jugadores del mismo corte técnico, miles de mediapuntas, poca entrega, menos recuperación. Y él se dio cuenta: había dejado solo al pobre Kranevitter y una vez que el equipo perdía la pelota era imposible recuperarla.

Tengo miedo de que el error ahora pase por ahí mismo. Pero más tengo miedo de que Gallardo esta vez no lo vea tan claro como aquella. Es difícil juntar tanta técnica y hacer de eso un equipo, sistematizar el talento, ordenar el caos, como proponía el químico Ilya Prigogine justamente su Teoría del Caos. River tiene muchos jugadores no menos caóticos que virtuosos y eso es hermoso cuando tenés la pelota y es dramático cuando la tiene el contrario. Puede llegar a funcionar, pero nunca en tan poco tiempo como el que tiene River en este semestre. River tiene que defender la Copa Libertadores y no parece la mejor de las ideas hacerlo con un único hombre de recuperación en la mitad de la cancha. Aunque en el fondo, y secretamente, todavía espero que Gallardo tenga razón y el equivocado sea yo. Otra vez.

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+ OPINIÓN: Todas las columnas de Ariel Cristófalo.

+ LA PALABRA DEL MUÑECO: Gallardo habló luego de la derrota con Godoy Cruz.