De la segunda compra más cara de la historia de River uno espera mucho más y el jugador en cuestión está inmerso en ese proceso de aclimatación y acostumbramiento a un nuevo ritmo futbolístico y a un nivel de exigencia al que seguramente nunca estuvo sometido. Miguel Ángel Borja despierta sentimientos distintos en los hinchas de River, aunque reune consenso en un ítem fundamental a la hora de analizar los partidos: hace los goles que al equipo tanto le cuesta fabricar.
Desde su llegada a mitad de año, el Colibrí infló las redes en cuatro ocasiones (Aldosivi, Central Córdoba, Barracas y Banfield, solo en uno de esos partidos fue titular) pero no termina de convencer en el aspecto colectivo. Es efectivo y contundente, algo ampliamente necesario en un equipo irregular al cual le cuesta horrores romper los esquemas (defensivos y a veces no tanto) de los rivales.
Y esa falencia, cuando el equipo opta por la paciencia para crear y no la desesperación para definir, se refleja en los minutos que Gallardo le dio en cancha hasta ahora como titular: jugó 12 partidos con la banda roja y en solo tres de ellos fue desde el arranque. Apenas completo los 90 minutos una sola vez, en la derrota con Sarmiento en el Monumental.
Porque el Colibrí, a quien le costó acostumbrarse al roce y a la forma de jugar del fútbol argentino, destaca sobre el resto cuando las pelotas llueven el área, cuando hay que ganar en las alturas ante un defensor rival o simplemente cuando hay que mandar la pelota a la red, pero se opaca cuando River lo necesita para conectar o descargar con los volantes.
El juego con los pies le genera cierta incomodidad y por eso sus apariciones vienen siendo esporádicas e inconstantes. De una jugada maravillosa contra Aldosivi, apilando rivales a la carrera, y un pase quirúrgico para dejar a Simón mano a mano contra Banfield, a toques desapacibles y erráticos contra Tigre o contra Boca.
Los goles del colombiano piden titularidad a gritos, pero su hasta ahora incompleta adecuación al sistema Gallardo respaldan su suplencia. De acá a que termine la Liga Profesional seguramente se repetirá esta disyuntiva sobre quién debe ser la referencia del equipo en los partidos que se avecinan: Beltrán o Borja. Con características distintas y también con altos y bajos pronunciados por la irregularidad del equipo, hoy nadie puede ostentar la chapa del 9 de River.