Más allá de la reacción para alcanzar el 2-2 definitivo, River nuevamente quedó en deuda e igualó frente a Godoy Cruz. Lejos de la zona de pelea y también de la clasificación a la Copa Libertadores, rescató un punto sin demasiado valor en la tabla de posiciones ni positivo desde lo futbolístico. Como si fuera poco, el arbitraje fue una vergüenza en perjuicio del Más Grande.

El empate de ninguna manera se puede considerar como útil. Tampoco sirve como atenuante para alimentar la ilusión de cara al futuro inmediato. Únicamente permitió evitar otra caída, otro golpe a la esperanza pensando en el próximo 14 de marzo. River otra vez expuso demasiados problemas, especialmente en el retroceso, facilitando cada pase punzante de Godoy Cruz para que en apenas 24 minutos sacara dos goles de diferencia con la misma fórmula: Juan Garro marcó el 1-0 y Santiago García señaló el 2-0, ambos se asistieron mutuamente aprovechando las concesiones de la última línea local. Esa situación revirtió el Millonario, pero el 2-2 resultó insuficiente para rescatar algo realmente positivo, algo a lo que aferrarse a tan sólo 24 días para la Supercopa Argentina.

A nivel individual se puede salvar el rendimiento de Rodrigo Mora, autor del descuento y responsable del desborde para el empate definitivo, la insistencia de Juan Fernando Quintero para inquietar y la aparición tan esperada de Lucas Pratto, quien marcó la igualdad y previamente había utilizado un taco para abastecer a la Pulga en el tanto que puso a River en partido. De eso se trata la evaluación para hacer, de desempeños puntuales, de hombres desequilibrantes ante la ausencia de un funcionamiento colectivo que le diera un verdadero salto de calidad al equipo. La defensa sigue causando miedo, el medio campo no lastima ni ofrece circuitos de juego y el ataque depende de los mencionados arrestos individuales para generar riesgo. Ése es el presente futbolístico del Más Grande, 19° -por ahora- en la tabla de posiciones, lejos de dar pelea.

Marcelo Gallardo rompió el 4-4-2 de los partidos anteriores para darle pista a un 4-2-2-2 con roles definidos. En la línea de cuatro apostó por el regreso de Jonatan Maidana -le falta ritmo de competencia- en reemplazo de Javier Pinola, mientras que Bruno Zuculini, de nivel irregular, acompañó a Leonardo Ponzio en la contención. Quintero, el más claro, y Nicolás De La Cruz, de mayor a menor, se repartieron la creación, en tanto que Pratto y Mora demostraron cierto entendimiento pese a que no fueron abastecidos de la mejor manera. Hubo un poco de la agresividad que pretendía el Muñeco, aunque las imprecisiones reiteradas, la vorágine en la que entró River, dividiendo el balón excesivamente, y el pésimo retroceso de la etapa inicial (Gonzalo Montiel fue sustituido por Camilo Mayada, de tarea correcta) hicieron que La Banda no pudiera pasar de un pálido empate, insuficiente como este River que todavía tiene mucho para mejorar.

Párrafo aparte para el arbitraje de Jorge Baliño y el segundo asistente, Alejandro Mazza -por si las dudas, pensando en el 14 de marzo, recordemos los nombres de los líneas-, quienes condicionaron a River mediante errores garrafales. El juez principal no sancionó un evidente penal de Luciano Abecasis sobre Pratto e insólitamente interpretó pase de Maidana a Franco Armani en un quite. En cambio, el asistente omitió el offside de García que finalizó en el 2-0 parcial. Los árbitros pueden equivocarse, claro que sí, aunque normalmente los fallos son repartidos cuando ocurre así. ¿Sirve perjudicar a este River sin vuelo futbolístico? Claro que no, pero como bien avisó Gallardo, “hay que tener la guardia alta”, sobre todo de cara al compromiso que habrá dentro de 24 días.

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