El 14 de agosto de 1975, River se consagró campeón y cortó una racha de 18 años sin títulos. “Volví para ser campeón”, juraba por ese entonces Angelito, director técnico de aquel equipo que dio la vuelta en la última fecha con mayoría de juveniles.
La década del 60 marcó una etapa en la historia riverplatense. Desde 1957, con el “desastre de Suecia”, hasta el retorno de Labruna, los títulos por Núñez se extrañaron una enormidad. Esa gloriosa institución que se caracterizó por marearse de tantas vueltas olímpicas, vivía una época atípica a su historia y a sus costumbres. Por entonces, en River había equipos que jugaban bien al fútbol pero que no lograban llegar al final del torneo encabezando las tablas de posiciones.
Grandísimos jugadores vistieron la camiseta de La Banda en esos años, como Ermindo Ángel Onega, Artime y Pinino Más, entre otros. Siempre que River estaba a punto de campeonar, la suerte le era esquiva y sucedía “eso” por lo que el refrán dice “los partidos no se merecen, se ganan”. Si se merecieran, aquellos equipos de Núñez no hubieran padecido tal desafortunada racha.
Muchos años después de la final de la Liberadores contra Peñarol, volvió a su casa el ídolo más grande de la historia del Más Grande. Ante el llamado de Rafael Aragón Cabrera, por ese entonces presidente del club, Ángel Labruna decidía hacer las valijas y partir desde Córdoba hacia Buenos Aires, tras hacer una gran campaña con Talleres, convencido de que lograría el objetivo de cortar la racha infame. El técnico pidió refuerzos de jerarquía y llegaron Perfumo, Artico, Raimondo, Comelles, la Pepona Reinaldi, Pedro González y Pinino Más, que volvía luego de su paso por Europa.
Todos ellos tenían el porte suficiente para cargar con la presión de 18 años sin títulos, sin embargo, los protagonistas fueron el Pato Fillol, JJ López, el Beto Alonso y el Puma Morete. Salvo el arquero, todos chicos formados en el club, donde además empezaban a asomar Mostaza Merlo y Daniel Passarella. Increíblemente, luego de una espera de casi dos décadas, para el anteúltimo partido del Metropolitano, los futbolistas se anunciaban en huelga y le tocaba a los jóvenes de las inferiores salir a responder en la cancha. Y no defraudaron.
Según contaron después, los juveniles fueron proscriptos por haber jugado ese partido en la cancha de Vélez frente a Argentinos. El resultado fue 1 a 0 a favor de La Banda, partido para el cual Labruna ni siquiera estuvo en el banco por la huelga, pero fue quien eligió a los titulares. El 14 de agosto, gracias al gol de Rubén Bruno, el país menos algunos se quitaba la mala suerte y festejaba su decimotercer título, uno por encima del rival de toda la vida, que ni siquiera con 18 años de ventaja los pudo superar.