Gonzalo Higuaín no tuvo la fortuna de jugar mucho tiempo en River, pero en su breve lapso por el club de Núñez dejó una huella marcada. Luego de su debut en el 2005 en un equipo de emergencia, reapareció con todo su esplendor en el 2006, cuando asumió Daniel Passarella como entrenador y le dio la continuidad que necesitaba para pegar el salto de calidad. La dura lesión de Radamel Falcao García le brindó una gran posibilidad.
Aquel 2006 es recordado por un andar irregular de River. Lo mejor se vio en el primer semestre, cuando el Millonario tuvo un buen inicio de Copa Libertadores y daba la sensación que estaba para repetir la historia de los años terminados en seis. Uno de esos partidos de antología fue justamente ante el Corinthians de Mascherano y Tévez, por los octavos de final. En el partido de vuelta, Gonzalo Higuaín convirtió dos goles que sirvieron para vencer al Timão 3 a 1 en el mítico estadio Pacaembu. Luego vino el Mundial de Alemania, el equipo se desmembró y el sueño copero se desmoronó en Paraguay.
Más allá de aquella presentación en Brasil, los hinchas de River tienen en la memoria otra actuación memorable del Pipita: el superclásico del Torneo Apertura 2006. En un Monumental repleto, el Más Grande se impuso ante su eterno rival en otro partidazo de Gonzalo Higuaín, que abrió el marcador con un gol de taco en el primer tiempo y que volvió a darle la ventaja en el complemento, con una gran definición que dejó al arquero Bobadilla desparramado por el suelo.
El partido lo ganó River 3 a 1 (el Tecla Farías completó la cuenta), pero en la retina de los hinchas millonarios todavía sobreviven esos dos goles del Pipita, propios de un delantero con mucho talento y todavía lejos de su techo. Pocos meses después prepararía las valijas para pegar el salto a Europa y romperla toda en el Real Madrid, pero esa es otra historia.