A miles de kilómetros de Buenos Aires, casi 3000 para ser exactos, se encuentra Río Grande, en Tierra del Fuego. Es ahí, en el extremo más sur de América, donde algunos imposibles se vuelven posibles, con los colores de River como motor.

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Alejandro Martí es un hincha fanático, como todos nosotros. Trabajó siempre en su almacén “La vieja esquina 3”, cuyo frente es famoso por llevar los colores millonarios y una gigantografía de su máximo ídolo, un tal Enzo Francescoli. Probablemente, alguna vez te preguntaste cómo será vivir la pasión por River a la distancia, tal vez muchos de los que están leyendo estas líneas conviven con ese sentimiento todos los días y lo llevan adelante desde siempre, con igual o más pasión que los afortunados a los que la suerte -o la casualidad- nos ha hecho nacer en la misma provincia que la cancha de nuestro club.

Alejandro nos cuenta que es fanático gracias a su papá, al que nos define como “ese loco lindo”. Nos aclara de entrada que es muy fanático, como anticipándonos a una forma de vida muy particular. “Es un fanatismo que se vive con mucha intensidad, los domingos a la distancia se magnifica todo. Cada vez que viajo a Buenos Aires, en general dos veces por año, visito mi segunda casa: el Monumental”, describe.

Pero es curioso, porque “El Monumental” es también su lugar de trabajo. Él va todos los días al Monumental. Sí, en pleno Tierra del Fuego. Es que Alejandro, al final, es otro loco lindo como su viejo.

“Tenía, todavía está, otro local acá en Río Grande, cuyo frente siempre fue en homenaje al Más Grande. Un día le comenté a mi mujer que quería hacer un negocio que se llamara ‘El Monumental’. Me llevó más de cuatro años prepararlo, fui comprando las camisetas, con muchísimo esfuerzo. El que es de River fanático me debe entender: necesitaba depositar tanta pasión estando tan lejos. Fue un trabajo de hormiga armar todo. Nos llevó tanto tiempo, lo fuimos preparando con mi señora. Estoy orgulloso de todo este trabajo”, nos cuenta mientras nos aclara el dato de color de que su mujer es hincha de Boca, porque las historias siempre precisan de estas cosas, ¿no?.

En la puerta de ambos negocios vigila un gran Enzo Francescoli. No hay seguridad, pero está el uruguayo muy erguido. Se emociona mucho al contárnoslo, su voz se quiebra y sus palabras retoman el hilo unos minutos después. “Me costó tanto tener este autoservicio, hoy me siento pleno por hacerle honor a nuestro equipo, ojalá sientan lo que yo siento a la distancia. Acá tienen un soldado de guerra que está haciendo el aguante en cada partido, incondicionalmente”, cuenta mientras nos aclara que en su local se pasan constantemente goles y videos del Millo. Y si algo faltaba, los carniceros te atienden con la Banda cruzándoles el pecho. Sí, con la casaca puesta.

-Pero escuchame, decime la verdad. ¿Perdiste clientes bosteros?, es imposible no preguntarte.

-¡Nuestros clientes son más que fieles! En el transcurso del armado se acercaron muchos hinchas de River del barrio, me volvían loco para que lo inaugurara. También vienen hinchas del otro club, se respeta sin violencia. No perdí clientela, al contrario, sumé. Es una locura linda y la gente lo entiende así, desde el primer momento. Tengo 58 camisetas del anterior local, compré otras 28, así que imaginate. Recibimos también gastadas, pero son sanas y muy llevaderas, es parte del folklore del fútbol.

-Hace poco tuviste visitas muy especiales, ¿Cómo lo viviste?

-Hubo una cena acá en Río Grande en donde participaron varios ex jugadores. Esa noche tuve la posibilidad de hablar con Leo Astrada y el Beto Alonso, necesitaba contarles sobre mi locura. Te digo la verdad, ellos mucho no me creyeron o no dimensionaron lo que les iba diciendo. Me volví a casa. Al otro día me sonó el teléfono y era un amigo mío que había participado del evento. Me dijo: ‘¿Estás en el Monumental?’. Desde el primer momento me imaginé. ‘Estoy en casa, ¿qué pasó?’, le pregunté. Estoy yendo al Monumental con Astrada y el Beto’. Salté de la cama y me fui al autoservicio. Mi corazón latía a mil kilómetros por hora, corrí a esperarlos. Cuando vinieron había mucha gente, no lo podían creer. Fue algo que no puedo explicártelo, para mí fue un logro impresionante. Estaban ahí, en mi negocio, hechos realidad. Quería regalarles un cordero fueguino, dejarles algo, hacerlos sentir en su casa. Sigo mostrando todos los días las fotos y sigo sin poder creerlo”.

“Hechos realidad”, en una frase, Alejandro, pudo trasladarme todas las sensaciones que, me preguntaba al empezar a escribir, cómo se sentirá vivirlas a la distancia. Una pasión tan grande no entiende de millas ni kilómetros, entiende sólo de amor.

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