Síndrome de la hoja en blanco: ya no se me ocurre mucho para decir sobre River. Porque ya cansan las patologías repetidas, cansan las derrotas, cansa ver a un equipo que evidentemente no sólo está mal futbolísticamente sino también del bocho: porque una cosa es querer jugar a algo y no poder, y otra es provocar que te echen a una fecha del final de la fase de grupos de la Copa, con antecedentes conocidos y frescos: a Ponzio por un amague de cachetazo la Conmebol le dio más fechas que a la Bombonera después del pequeño incidente del gas -y convengamos que si la Bombonera fue capaz de atajar un penal, como escuché hace unos días, entonces también habrá ido al Easy a cargar el changuito con todos los productos químicos necesarios para armar un cóctel que pudo haber dejado ciegos a los jugadores de River-. Vangioni no puede hacerse echar así, pero no hay que caer en él: pudo haber sido cualquiera. Y pudo haber sido cualquiera porque la sensación es que todo el equipo está nervioso por el ya no ser.

Es verdad, se escribió en este espacio, que a lo mejor The Strongest en el Monumental no era el parámetro como para ilusionarse de una buena vez con este River, pero sí debió haber contagiado para lo que venía después. No lo hizo. No lo hizo con el equipo alternativo que juega en el torneo local, ese River que vive en el ático y se alimenta de cabezas de pescado como el hermano gemelo de Bart Simpson; no lo hizo con el equipo copero. Tampoco será para ilusionarse, entonces, y no es por spoilear, la probable goleada a Trujillanos en la última fecha que clasifique a River como primero en el grupo: pero ojalá que ese partido sí sirva para que algunos jugadores se terminen de contagiar.

Esto es lo que hay y ya no se puede hacer mucha magia. Es evidente que hubo un error preliminar del cuerpo técnico y de Francescoli en el armado del plantel, que combinado con algo de mala suerte, lesiones y suspensiones da como resultado que River deba improvisar una defensa nueva absolutamente todos los partidos, incluso este miércoles sin un solo defensor en el banco de suplentes y desaprovechando al mejor lateral derecho acaso del continente al ubicarlo en la cueva. Es lo que hay. Propongo, como un parche que no sé tampoco hasta qué punto dará resultado, traer al menos a un defensor central para afrontar la segunda parte de la Copa Libertadores (no, nombres no tengo, pero con que juegue de marcador central ya será beneficioso y bastante más útil que -por caso- Ponzio en esa posición, seguramente). De River se fueron Pezzella y Funes Mori y nadie los reemplazó, la ecuación no es tan difícil.

Esto es lo que hay, pero tal vez se puedan corregir algunas cosas: de visitante, en la Copa, se juega con doble cinco. No es una verdad absoluta, por supuesto, pero a menos que seas un equipo consolidado en el que siempre juegan los mismos y responden sin importar contextos, sabemos que Domingo no puede ser el único contención del equipo, si es que realmente lo fue: sigue sin ser un jugador confiable y, con todo respeto, no parece un reemplazo que esté medianamente a la altura de su predecesor, Matías Kranevitter (medianamente, dije: a su altura en el mercado hay pocos, o directamente ninguno).

Esto es lo que hay. No quedará otra que aspirar a levantar, pero pensando a futuro creo que está bastante claro que deberá haber un recambio importante en el plantel: uno de los grandes problemas que tiene hoy River es que no tiene recambio, y eso no es porque falten jugadores (salvo en el caso de la defensa) sino porque los que están no inspiran ningún tipo de confianza, porque el Pity Martínez es como un encendedor ya vacío que de vez en cuando lanza una chispita después de varios intentos y eso no alcanza; porque Viudez jugó quince minutos inolvidables en Asunción, tiró esa cachetada eterna para Alario, pero esa misma cachetada pareció ser la que se pegó a sí mismo después para despertarse de ese sueño y no ser nunca más ese pequeño Maradona desconocido que duró un cuarto de hora y se transformó en calabaza; porque Lucho González no perdió la calidad pero sí el despliegue y eso se nota mucho; porque Driussi sigue verde y no se sabe muy bien de qué juega; porque Casco jugó un partido bien pero, sinceramente, no le alcanza para asomar como un reemplazo que pueda darle a River algo de lo que le dio Vangioni; porque Bertolo es un holograma del que creímos que era. River necesita sangre nueva.

Esto es lo que hay. Pero algo no perdió este equipo: demostró que, así jugando horrible como en casi todo el partido en el Morumbí, para ganarle hay que sufrir, terminar pidiendo la hora, haciendo tiempo. A eso hay que aferrarse, aunque habrá que ver si alcanza.

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