“Cuando todo viene cuesta arriba me dan ganas de que se corten los momentos de adversidades. Me gustan ese tipo de desafíos, cuando se dan de esta manera”, sentenció ayer el Muñeco post empate ante Argentinos. Y vaya si varios antecedentes en el último tiempo lo avalan.

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Hay miles de ejemplos que diferencian a Marcelo Gallardo del resto de los entrenadores. Pero indudablemente uno de los más notorios es su capacidad para navegar en aguas turbias y sacar adelante casi todas las finales o partidos bien pesados que aparecieron en su camino, mientras el equipo mostraba dudas en los campeonatos locales o debía revertir resultados complicados en las copas internacionales. Esa enorme facultad para contagiar a sus dirigidos y mentalizarlos de la mejor manera. Y además esa cabeza maestra para planificar tácticas y estrategias puntuales que suelen sorprender a los rivales en las grandes citas.

Durante sus cuatro años y pico al mando del equipo se dieron muchas situaciones similares a la actual, desde lo complejo del contexto previo y las adversidades que fueron apareciendo en el camino. En la Libertadores del 2015 estuvimos a punto de quedar afuera en primera ronda en México, pero post empate 2-2 y ya no dependiendo de nosotros mismos el Muñe se animó a decir que había visto “una buena señal” por esos dos goles en los últimos minutos. Después del 0-1 ante Cruzeiro en casa también logró convencer al resto que se podía, y River jugó el mejor partido como visitante en una copa de toda su historia. Ni hablar de lo que fue aquella copa Argentina del 2016, que era la única llave para la Libertadores siguiente, o de la épica remontada ante Wilstermann en el Monumental. Por supuesto, el ejemplo de oro se dio en marzo de este año, cuando el equipo estaba totalmente arrastrado y perdido en la cancha y de repente apareció esa final en Mendoza que cambió la mentalidad y resucitó la confianza de todos.

La actualidad de River es extraña. Futbolísticamente el equipo merece más y convierte en figura a los arqueros rivales, pero venimos peleados con la eficacia y la terminación de jugadas. Sumado a eso, las lesiones y suspensiones fueron cayendo como fichas de dominó en las últimas semanas. Roja a Ponzio; Mayada y su esguince; Scocco y su desgarro; Mora y su fuerte contractura; Pity y una sobrecarga peligrosa; y Montiel, Moreira y Enzo transitaron alguna molestia. Para completar el bingo apareció insólito el caso Zuculini y todos los reclamos tardíos de Racing que le pusieron una cuota más de drama a la película copera.

El partido que se viene el miércoles será bien pesado, pero a la vez se trata de esas citas a las que Gallardo el traje de las responsabilidades le queda pintado. Aunque no pueda estar en el banco de suplentes por la ridícula sanción de la Conmebol queda bien en claro que su cabeza y su alma estarán presentes en cada detalle de la preparación para que River pueda lograr la clasificación a cuartos de final. Podremos conseguirlo, o no, pero cuando cerramos los ojos y apoyamos la cabeza en la almohada descansaremos con mucha paz más allá de los nervios y ansiedades lógicas, porque estamos en las mejores manos posibles cuando de grandes desafíos se trata.

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