No me parece absurdo que este Vélez le pueda ganar a este River. Sí me parece absurdo lo que ocurrió anoche en el Monumental. Un equipo como Vélez, que por categoría individual parece superior al conjunto de Núñez, aproveche dos situaciones, quizás las únicas que se le presentaron, para llevarse los tres puntos. No sólo resulta injusto y triste, sino bastante disparatado.

Quizá por eso apasione tanto el fútbol. En esto que tiene de metáfora de la vida. Tiene una trama y una tensión que logra resolverse en 90 minutos. ¿De qué manera? Nunca de la misma. Puede ser consecuencia de las circunstancias, de los merecimientos, de las causalidades, pero nunca se descarta lo imprevisible. El juego tiene todo lo que tiene de absurdo la vida y es imposible de controlar. Y ayer fue el colmo del absurdo. Porque en teoría, Vélez debió venir a buscar el partido con esa supremacía que indicaban los papeles en cuanto a recursos técnicos, y no lo hizo. Y River, desde su proclamada tendencia por el equilibrio, debió haber sido más cauto. Sin embargo, los roles se intercambiaron. Aunque al final, el premio se lo llevó el que menos hizo, porque tuvo un goleador picante y astuto, y a un jugador que habrá que seguir de cerca, como Alvarez.

Luigi Pirandello, el famoso dramaturgo italiano decía: “La vida está llena de una infinidad de absurdos que ni siquiera necesitan parecer verosímiles, porque resultan verdaderos”. Los personajes de River intentaron desmentir al autor, quisieron salirse del libreto y mostraron una cauta ambición, pero ambición al final, para hacerse protagonistas. No les alcanzó, pero lo intentaron. River consiguió el control absoluto del juego, no menos de veinte minutos por tiempo. Y creó ocho o nueve situaciones de gol, sumada al penal, pese a que tuvo enfrente a un Baldassi que le pitó en contra cada fallo después de otorgarle el beneficio de la pena máxima. En el primer tiempo, tuvo una de Pavone a los 3 minutos; la de Lamela por izquierda, desborde de Pereyra y Erik se lo pierde debajo del arco; y un tiro de Maidana desde afuera tras buena jugada colectiva. En el complemento, tuvo el penal, dos remates de Pereya y el cabezazo del Tanque al final.

El partido tuvo un punto de inflexión en el error insólito de Chichizola, con quien habrá que trabajar sobre las presiones de la posible vuelta de Carrizo. Una curiosidad fue la pelota que dos minutos antes le hace rebotar a Baldassi en los talones, cuando se la quiso entregar a Lamela. ¿Fue un anticipo cargado de nerviosismo y apuro? De todos modos, de no ser por esa fatalidad que suele presentar lo impensado, River se pudo haber quedado con la victoria. Es cierto que al equipo de JJ le viene faltando fuerza arriba. No alcanza con la tenacidad de Pavone, también se necesita precisión en las dieciocho. Hay inmadurez y no aparece el conductor creativo, algo que los pibes Lamela y Lanzini están en camino de ser, pero les falta morder el polvo, como ayer, para levantarse y pedir revancha mañana mismo. A falta de lider futbolístico, Almeyda se pasa de revoluciones, y anoche quitó tanto como equivocado estuvo en las entregas. Acevedo, desdibujado. Seguros los cuatro del fondo y el “Tucu” Pereyra jugó un segundo tiempo memorable.

Con errores, aciertos e individualidades, hubo mucho más de absurdo que de lógica en todo esto. En ese lapso, River dio todo. Pareció sin piernas al final, pero el equipo buscó incansablemente, y si bien no pudo mantener el ritmo, jamás se vió superado.

Tanto se pontifica con achicar el margen de error, buscando ejemplos como los de Mourinho y el Inter, que el fútbol suele pagar de esta manera. No me fío del “sincericidio” de la austeridad. Me hace ruido. Me suena a victimización, cuando lo que falta es sobredosis de estímulo. No hace falta pasarse de realista. Los hechos contradicen las declaraciones. El equipo demostró que no es menos que nadie. Tuvo actitud. Ni a estos jugadores, ni a ninguno del mundo se los puede proteger de los imponderables del juego. No hay paragüas para lo imprevisible. Ahora, si se insiste en la fábula del pastorcito y el lobo, el lobo nos va a terminar comiendo. Ese será el peor escarmiento. River fue más que Vélez cuando se decidió a atacarlo y no le tuvo miedo. El peón y el Rey duermen en la misma caja.

Cuatro puntos debajo del primero, un cuarto de campeonato. Se perdió una batalla, no la guerra. Apenas un “crimen imperfecto”. Sólo hace falta levantar el ánimo de la tropa revisando un poco el discurso. El amor y el arte hacen más tolerable la existencia. Por suerte, los actores tienen la libertad de saber revelarse, aunque el absurdo existe y hoy tengamos “el corazón roto”.

Imagen: Fotobaires.