El retorno de Leonardo Astrada a River, después de aquel paso en 2004 y 2005, donde alternó buenas y malas, debería ser analizado más allá de los afectos que su figura despierta y sus condiciones de entrenador todavía con futuro promisorio.
Astrada vuelve a ser contratado a sólo dos meses y medio de un acto eleccionario. Su contrato es por 15 meses y deberá surfear las agitadas olas que producirán los comicios. Llama la atención el desparpajo con el que se condiciona a todos los posibles candidatos presidenciables, que salvo escasas excepciones, aceptaron que “el último socorrista” del Aguilarismo se les pueda transformar en un “presente griego”.
No se le escapa a nadie que se está en presencia de una crisis impensada en lo que hace al fútbol profesional, ni que ésta es la hora más dramática de la dirigencia saliente. No obstante ello, una higiénica postura política hubiera sido consensuar un técnico alterno, con todo el arco opositor y dejar “las manos libres” a quién democráticamente asuma a fines de 2009. Se han escuchado tímidas autocríticas -pero autocríticas al fin- de quienes condujeron los destinos del club durante estos dos períodos de cuatro años.
Se adujo falta de diálogo en algunos casos, incapacidad de comunicación en otros y sin embargo, cuando la inesperada renuncia de Gorosito requería gestos de grandeza y de unidad frente al verdadero dilema a resolver, se toma una medida mezquina, unilateral, que no sólo compromete financieramente la gestión entrante -si Astrada no pudiera apagar el incendio- sino que condiciona todos los cambios que en materia futbolística aportarán los nuevos proyectos en sus distintos programas.
Que se entienda bien. No se trata de defenestrar al “Jefe” antes de que asuma. Que le vaya bien es lo que todos deseamos. Se trata de que bien pudiera haber sido el técnico elegido por cualquiera de los 11 ó 12 candidatos que hoy andan dando vueltas. Lo que no se digiere es la irresponsabilidad y la liviandad (una más) con que se toman decisiones de esta naturaleza que parecen ser más de la misma medicina, con que se ha llegado a este infierno.
Ya es tarde para lágrimas… y ahora cabe esperar del técnico que supo ganar un campeonato en 2004 y llegar a dos semifinales de Copa que pueda enderezar la nave. Lo que no se pudo modificar fueron los mitos y sofismas de una politiquería que siempre puso los caballos por delante del carro y a los hombres por delante de las necesidades del club más grande de América. Los métodos y las formas también definen estilos e ideologías. Que lo vayan sabiendo, también, aquéllos que hoy con su silencio y resignación parecen aturdidos y sin respuesta frente al dilema: no saben si heredan “un salvador” o al “caballo de Troya”.
Imagen: Fotobaires.