(Córdoba – Enviados especiales) El Pipa fue la gran figura en el Mundialista, donde marcó tres goles y dio la asistencia del 4-3 definitivo. No sólo terminó como máximo artillero de la Copa Argentina, sino que escribió una página dorada en la historia de River.

Jugó el partido perfecto. El mejor partido de su vida. La rompió. Lucas Alario hizo lo posible e imposible para que River se consagrara campeón anoche en Córdoba. Fue matador. Un matador nada menos que en el estadio Mario Alberto Kempes, nombre en honor al goleador de Argentina 1978, delantero de pasado tanto en el Millonario como Rosario Central.

Autor del primer gol, demostrando jerarquía y personalidad para ejecutar un penal, también señaló el 2-2. Nuevamente fue desde los doce pasos, aunque esta vez por una infracción que él mismo fabricó. Como si fuera poco, el Pipa marcó el 3-3, tras una asistencia del ingresado Iván Alonso. Pero como bonus track decisivo, le dio el pase del 4-3 definitivo al uruguayo.

Con 56 partidos oficiales en El Más Grande, Alario lleva 30 goles, un promedio envidiable. Ganó su cuarto título en el club. Cada día es más querido por los hinchas. Cada día es más deseado por el mercado europeo. Cada día el joven nacido en Tostado, provincia de Santa Fe, deja en claro que es un atacante llamado a dejar una huella imborrable vistiendo el manto sagrado.

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