Hoy, 5 de agosto, se cumple el primer aniversario de la consagración de River en la Copa Libertadores 2015. El Millonario, bajo una lluvia torrencial, venció 3-0 a Tigres en la despedida de Cavenaghi.

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“Que River es el más grande de todos y nunca abandonó”. El hit sonaba una y otra vez mientras el agua ya había empapado a 70.000 almas o más. El Monumental lucía abarrotado, vestido de rojo y blanco, lleno de emoción. El asunto estaba liquidado. Apenas restaba el pitazo final para que los tres goles de diferencia le dieran formalmente el título a River, al mismo tiempo que los hinchas recordaban la gloria propia y el inolvidable papelón ajeno. Fue tan emotivo como imposible de olvidar. Un recuerdo eterno de ahí en más.

Ocurrió en la noche del miércoles 5 de agosto de 2015. Esa fecha que ya es inmortal para la historia de River. Pese a que el resultado fue abultado, la realidad indica que tanto nerviosismo y tensión tuvo su desahogo cuando Lucas Alario marcó un quiebre para siempre cuando puso la cabeza en el lugar justo después de un centro perfecto de Leonel Vangioni. El grito de gol fue ensordecedor para irse al descanso con mayor tranquilidad, a tan sólo una hora de conquistar América.

Cuando faltaban pocos minutos para entrar en la recta final, llegó una falta que permitió aumentar la diferencia desde los doce pasos. El uruguayo Carlos Sánchez, al igual que en el Superclásico de ida, mostró su oficio y personalidad. Unos segundos después, Fernando Cavenaghi, capitán y titular, se despidió para siempre como jugador de River. Saludó a todos, manifestó su amor hacia el escudo y recibió una ovación gigante, tal como lo merece.

Para que la emoción, bajo un diluvio, creciera, Ramiro Funes Mori también ganó de cabeza para poner el 3-0 definitivo. De ahí en adelante, hubo festejo anticipado. Delirio, aliento incesante y locura en punto de ebullición: la Copa Libertadores iba a quedarse en el Monumental después de 19 años, incluyendo una nueva eliminación al eterno rival y nada menos que la promesa de copar Japón. Fue una alegría única, para derramar lágrimas con sólo repasarla. Marcelo Gallardo y todo el mundo River lo hicieron posible.

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