Serpentea una banda roja, camaloteando río arriba. Allá va como el dorado buscando su norte de aguas cálidas. Es época de desove y veda y River quiere hacer su migración a la A, no se puede detener.

River nada hacia la conquista de Corrientes. Gambetea espineles, elude mallones, se entrega al fin a su gente. Desembarca en la provincia “República” donde el chamamé enloquece, los musiqueros no duermen, el verde parece una mandrágora por su exhuberancia y la siesta tiene su reino. Halla en la líquida remontada el juego amigo de las mojarras, bailarinas del agua, tanto como el Chori y el Cavegol aguardan su momento para asociarse y escurrirse ante los tozudos centrales, gigantes como palmeras, de Boca Unidos, gallardo defensor de la soberanía taragüi.

Ha llegado el “histórico” River de Labruna. No es cosa de todos los días. Los esteros rebalsan sus arterias. El irupé un plácida platea. La emoción parece a punto de estallar. Ahí están las venas abiertas del hincha millonario litoraleño derramando sangre como tanino, sobre el género de algodón y arroz que flamea sobre su tierra. Viene amaneciendo con el griterío de los teros, el vuelo de la Garza Mora y el canto cardenal. La noche estrellada resucita la vida en el silencio fresco y sepulcral que la habita. El aguará Guazú se hunde la espesura del monte.

El brillo de sus ojitos, como al máximo goleador millonario lo descubrirán en su hora de matar. Ocampos pica como el tábano. Cirigliano cuida su territorio, como la yarará. El mosquito molesta como Aguirre. Si a River se lo deja presionar y venir te deja ronchas impensables como el “polvorín”.

Está River en Corrientes, chamigo. Se siente conmovida como nunca la tierra del Padre de la Patria. De liberales y autónomos. De guaraníes y gringos polqueros. De cintas rojas y altares que en cada rincón saludan al santo pagano “el Gauchito Gil”. Hay un viento norte que seca el aliento. Sin embargo, miles de sapucay se preparan. Hay una última reserva que proviene de la humedad de la última gota de sus vísceras, para recibir al equipo del Pelado en la cancha. Un sapucay es algo así como un orgasmo sin sexo gritado a los cuatro vientos. Ya los gurises patean descalzos en los arenales que abrasan. Ya oyeron de sus hermanos que llega el Miyo y ¿si vamos? Trepemos a los naranjos, escalemos palmeras, hagámonos bicherío o empujemos el viento norte. Hay que entrar, vamos a entrar. El río da vueltas y se esconde bajo los sauces. Se calla en los remansos. Ronronea su correntada frente a las barrancas. Así queremos ver a la pelota en los pies del Millonario. Que Sánchez recupere el empuje de un cimarrón.
Falta poco. Para que retumben los tamboriles de las comparsas carnavaleras, con sus sones de guerra. Listos para el combate. Mientras las esposas custodian, las armas para la bailanta. Las guainitas velan ansiosas la fiesta. Reposan el arpa, la viola y hasta el acordeón. Pero eso vendrá más tarde…

Bien temprano despunta el amarillo que anuncia calcinarse. Todavía aúllan los carayas y abren sus ojos los yacarés. Despierta la fauna que conduce el “Pelado”. Despierta deberá estar, está en tierra de “soldados que regaron su bravura en el Atlántico Sur”. Hay que matizar la espera… los mates son bien amargos y largos… bien largos. Eso que no queremos de River tácticamente. Más vale cortito y ancho, profundo como un porrón bien frío. Como el biotipo de un guraní…Cortita y al pie, River.

Se acerca la hora. Se oye un murmullo muy raro. No es tormenta, crecida, cañaveral ni maleza desmontada. Hay un trinar de pelota, que anda revoloteando. Jilgueritos que andan silbando sus sueños de pisar el césped del Monumental. Llegan de todos lados, orilleros, pueblerinos o del campo. Que River vuelva a ser River. Que se renueve el orgullo del piberío, en el glorioso potrero de la escuelita de campo. Sube River, remonta aguas que se presentan embravecidas. La virgencita de Itatí no atiende en Corrientes nada más. Sabe de nuestros respetos y devoción. Se respirá en el aire el respeto a sus tradiciones y la naturaleza. Se olvidan del “Rey León”. Así es “la República” del sentimiento exarcebado. A tenerlo en cuenta. Nunca aflojan. Muchos andarán diciendo: “angá (de lástima) están viniendo de allá ité (de lejos) para hacerlos morder el polvo. Se olvidan también de que River viene del agua, del Plata, y que su juego históricamente hizo brillitos como el Parana cuando parece envidriado. Hay un duelo de “payé”. Dicen que los dos enamoran. Por las dudas: ¡A no dormirse, chamamé, a no dormirse!