Se viene Vélez, se viene una final más, quizás de las más exigentes por la categoría del rival, aún con sus sorpresivos traspiés en la Copa. Las Amazonas de River, ese ejército de hinchas millonarias, serán quizás quienes más merezcan una victoria.
Pasó su día, el 8 de marzo, como si fuera un día más. El Día internacional de la Mujer se superpuso con el feriado de los carnavales. Una injusticia. O una costumbre más de las desigualdades de género. Sin embargo, su pasión no decae un instante. Mientras laburan, estudian, cuidan a los pibes, se buscan, se llaman, se contactan. Crean foros, agotan el nick “C.A.R.P”, “borrachitas”, “gayina tal o cual”.Pegan los lemas más originales en sus cuentas de mail, suben canciones, bajan fotos, cargadas, pelean por nuestra supremacía todo el tiempo.
Son las “mujeres millonarias” que defienden estos colores como nadie. Ellas no entran tanto en polémicas de estilo, de táctica y estrategia. Ellas aman, se entregan. Las herederas de la gran Gorda Matosas le hacen honor a su madre simbólica. Se muestran, se arreglan, se desarreglan, se lookean, muestran sus piercings, sus laberínticos tatuajes y esa bendita condición de mujer, que lleva en la sangre una sensibilidad diferente y una fidelidad incomparable a la banda roja. Todo lo dan por la camiseta. Esa banda roja que es su piel.
Palpitan la llegada del domingo de manera singular. Mientras los hombres nos sacamos los ojos discutiendo sobre el estilo Jota Jota, ellas prefieren soñar con la vuelta de Cavegol. Mientras algunos dinosaurios discuten la increíble dimensión de Messi –y mientras nosotros chimangueamos en convencer a los necios que niegan su equiparación con el Diego-, ellas piensan en Matías, en Erik, en el dilema Chichizzola- Carrizo. Y si algo hay que decir del tema Messi-Maradona, escuchan al Enzo: “Messi es superior que Maradona”. La hacen corta.
No sé cómo ni cuándo se despertó este tsunami de feminas ardientes por el Millo. Sólo sé que saben como pocos lo que es el amor incondicional. Que se conectan por las redes desde todos los puntos cardinales del país, armando atalayas cibernéticos para hacer más grande a River en la Argentina y en el mundo. Que hay millones de Penélopes cuidando el Monumental como si fuera Itaca. Es que ellas encarnan el mito del “domus”, el cuidado del adentro. Esa interioridad, ese mundo interno de emoción y de ternura que los hombres pocas veces nos animamos a transitar. Mientras nosotros nos soltamos en el tablón, ellas ya hicieron su tarea dos veces. Son las que le ponen luz al lado oscuro del corazón cuando el futuro se torna desesperanza.
Son y serán incansables guerreras, falsas tejedoras como la mujer de Ulises, únicas e insobornables custodios de nuestro reino. No nacieron para ser costilla de Adán, sino para acompañarlo desde el lugar que el hombre más le cuesta: soltar una lágrima cada tanto.
Se viene Vélez, le quiero ganar. Todavía me acuerdo de la “mano de Gallo” y aquel primer campeonato del Fortín, que les entregó el innombrable de Nimo. Todavía me queda aquel gusto amargo del despojo. Y eso que, con los años, hemos dado varias vueltas en Liniers. Si hasta el Enzo jugó su último partido en el Amafaltini. Las heridas deberían estar restauradas. Sin embargo, esas trafalonías nunca terminarán de cicatrizar.
Quiero ganar en nombre de aquella tarde de oprobio. Quiero saber para qué está River. Si Pereyra es la alternativa correcta. Si Lamela se va a soltar como en los entrenamientos. Si El Enano se puede ir como un grande y es tenido un poco más en cuenta. Si podemos mirar el futuro con los sueños de Almeyda y no resignarnos a la brutal honestidad de López, que cuando habla de Mourinho, me recuerda al Boca de Lorenzo antes que al River de Angelito o del Bambino (que a propósito, se cumplieron 25 años ese tremendo equipazo).
Pero además, quiero ganar como ofrenda para esta rara mezcla de Valkirias y Amazonas que, seguramente, no albergan estos pensamientos y menos mi viejo resentimiento. A ella Sólo las mueve el presente de cada domingo. Esa extraña raza que se conformó donde parece que no hay vida sin River. Y ellas son las primeras en dar testimonio. ¡Por eso Vélez, a tener en cuenta que a “la pandilla” la corremos con las chicas!