River juega hoy contra Palmeiras la revancha de los cuartos de final de la Copa Libertadores 2025. Con la ilusión de revertir la serie y pasar a semifinales. El resultado dirá si el Millonario sigue en carrera. El equipo puede ganar o perder, pero lo que no puede es volver a defraudar a sus hinchas. La representación no se puede seguir negociando.
La Copa Libertadores la juegan los 32 mejores clubes del continente sudamericano. La gana uno solo. Por eso no se trata solo de salir campeón o no, aún si Marcelo Gallardo nos acostumbró a que sea una obsesión y una obligación. Sin embargo, el desafío que tiene este River es hacerle honor al lema que tiene grabado en la camiseta, y jugar con Grandeza.
Porque no solo se acumulan años de frustraciones, sino sobre todo de eliminaciones en las que el equipo se fue con la cabeza gacha y los hinchas decepcionados mucho más que por la derrota en sí misma. Lejos, lejísimos quedó aquella casi heroica remontada, justamente ante Palmeiras en San Pablo, en enero del 2021. Ni hablar las consagraciones.
A puertas cerradas, Mineiro lo pasó por arriba en 2021. Con muy poco, Vélez lo dejó afuera en 2022. Por no hacer pie en Brasil, Inter de Porto Alegre lo eliminó en 2023 tras una maratónica definición por penales. Mineiro lo volvió a golear el año pasado, y pese a uno de los recibimientos más espectaculares en la historia del fútbol, River no solo no pudo remontar, lo que era verdaderamente una utopía, sino que tampoco estuvo a la altura de lo que pasó en las tribunas.
Y así llegamos a este 2025, donde las formas en las sucesivas caídas hicieron de aquel gran River copero, que se plantaba en las bravas y ante las adversidades, un equipo de mandíbula frágil, que no termina de aparecer en los momentos calientes ni logra devolverle a su gente con fútbol el amor incondicional de cada domingo en el Monumental o cada rincón del país que el club visita.
Franco Armani fue el responsable de evitar el papelón contra Libertad. Y ese gol agónico de Martínez Quarta en la ida dejó con vida a un River que acarició la lona y se vio afuera tras 45 minutos de terror contra Palmeiras. El azar, el destino, Dios, el fútbol o lo que sea que sirva para aferrarse a la ilusión, le dieron una nueva vida al equipo de Marcelo Gallardo.
Para el DT, es la hora de bajar del póster y revalidar la idolatría. El cariño nunca estará en discusión, pero el más que nadie sabe que el pasado es historia. Para el plantel, la oportunidad, quizás la última, de mostrar presencia, de ponerse el overol y el traje. Porque River es fútbol y huevo.
11 futbolistas en el campo, 2.000 personas en la tribuna del Allianz Parque y millones en Argentina y el mundo. La hazaña dependerá de si la pelota entra. Pero si toca perder, que no sea dando lástima otra vez. Es ahora, River. Por tu gente, tu camiseta y tu historia. Vamos por otra historia hermosísima, que empiece ahora. Estamos a tiempo. Es ganar, pero sobre todo, volver a poner la franja roja cruzada en lo más alto. Respeto, honor y gloria. Grandeza.
