La célebre frase de “jugar con el cuchillo entre los dientes” se personificó en Rodrigo Germán Aliendro anoche. Se comió la cancha, literalmente, y fue por lejos la figura de River en la victoria frente a Fluminense, pese a que los goleadores fueron otros. Como enuncia el título de la nota, lo del Peti ante los brasileños fue una clase de fútbol, actitud y compromiso con sus compañeros en términos futbolísticos.
Desglocemos. Aliendro hizo que nadie extrañara a Enzo Pérez. Fue el eje de River, el termómetro con y sin pelota. Y sobre todo sin ella, porque si hay algo que el mediocampista maneja a la perfección son los tiempos para ir a presionar arriba o resguardarse para esperar el momento justo. Se cansó de recuperar pelotas (un total de 14) y cortar los circuitos de Fluminense (ganó 15 duelos, abismal diferencia con el resto).
Desde el minuto uno entendio cómo había que jugarse el partido. No era ir a presionar como loco, pero sí hacerle sentir el rigor a los visitantes yendo fuerte a las divididas, barriendo y plantándose. Con un timing envidiable para cualquiera de sus colegas futbolistas, porque a veces parece que no va a llegar o va a quedar pagando. Y llega, Rodrigo siempre llega.
Es el brillo de lo simple, construir desde el silencio, desde el trabajo y el perfil bajo. Los hinchas en las tribunas se rompieron las manos aplaudiendo y se quedaron cortos, porque Aliendro jugó uno de sus mejores partidos con la camiseta de River (para muchos incluso el mejor). Jugó con y para el paladar riverplatense. Por algo Gallardo insistió para traerlo. Es clase, talento, sacrificio.
Si hay que poner pierna fuerte, él lo hace, si hay que ser dinámico, puede hacerlo, si hay que hacer una pausa y tener la pelota bajo la suela, también lo hace. Demichelis tiene en su plantel a un jugador completo que nunca más debería volver a salir del equipo, salvo por circunstancias extraordinarias como una lesión o una expulsión. Disfrutemoslo mientras podamos.