Con un rendimiento histórico, el Millonario dio vuelta la serie y venció 8-0 a Jorge Wilstermann. Scocco marcó cinco tantos y fue la gran figura de una noche de colección para lograr la clasificación a las semifinales de la Copa Libertadores de América.
Hay muchos adjetivos que pueden utilizarse en este momento. Ninguno es suficiente para resumir tamaña actuación de River. Éste es el famoso River, ganó, gustó y goleó. Dejó atrás la incertidumbre para revertir un 0-3 temible en los papeles. Rompió los esquemas y en apenas 18 minutos ya había empatado la serie a través de un Ignacio Scocco demoledor, autor de dos conquistas más y responsable de la asistencia en el cuarto grito. Nadie imaginaba algo así. Absolutamente nadie, ni siquiera el más optimista de los hinchas ni el más pesimista de los simpatizantes de Jorge Wilstermann: 8-0 para meterse en el podio de las máximas goleadas de La Banda y conseguir un récord inédito para esta instancia de la Copa Libertadores.
Para explicar esta diferencia que parece de mentira o una broma destinada hacia un desprevenido, es indispensable resaltar la maestría táctica de Marcelo Gallardo. Cuando se presumía una formación parecida a la de Cochabamba, pateó el tablero, derrumbó la mesura y apostó por un 3-4-3 ambicioso, arriesgado. Apostó y ganó con amplio margen, a lo campeón, a lo Napoleón. Relegó a sus dos laterales, imprescindibles en su funcionamiento para darle espacios a tres centrales en el fondo, un volante de marca (Leonardo Ponzio, de enorme pase para el 1-0), tres de características mixtas, un centroatacante (Scocco) y dos extremos, Carlos Auzqui y Gonzalo Martínez. Lejos de coquetear con el peligro de un gol visitante, dominó el partido a gusto.
Treinta y cinco minutos bastaron para que el Millonario sacara cuatro goles de distancia y se pusiera arriba en la serie. Ese mismo número, pero en segundos, alcanzó para señalar el 5-0 cuando empezaba el complemento. El resto fue un baile descomunal, una supremacía pocas veces vista. River jugó solo, hizo lo que quiso, cuándo quiso y cómo quiso. Festejó ocho veces y podrían haber sido al menos dos más para romper su récord histórico de un 10-1 sobre Huracán de San Rafael, en la década del ’70. River fue voraz para atacar, veloz, inquieto a la hora de quitarle referencias fijas a su adversario y agresivo en el momento de recuperar la pelota, con un trabajo brillante de los mediocampistas, lúcidos en la elaboración y dispuestos a una cacería para el quite.
+ Así ovacionaron a Scocco:
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La incertidumbre que duró casi una semana quedó sepultada en menos de una hora para darle rienda suelta a la alegría. El famoso River apareció cuando más se lo necesitaba. Scocco hizo que nadie se acordara de Lucas Alario ni Sebastián Driussi. Imparable, Nacho solo dio vuelta la serie. La jerarquía de un jugador disminuyó a ese equipo tan peligroso que fue Wilstermann en Bolivia. Y además de una enorme planificación del plantel y el cuerpo técnico, los hinchas también aportaron su irreemplazable cuota de aliento, acompañada de un optimismo utópico en la antesala al encuentro, teniendo en cuenta que el oponente de turno venía eliminando a varios poderosos del continente. Sin embargo, desconocía al famoso River, el campeón más poderoso de la historia.
+ RÉCORD: Scocco igualó la mayor marca de goles en un partido.
+ GOLES: Los tantos en el Monumental.
+ FOTOS: Las imágenes de la revancha.
+ FIXTURE: Lo que sigue para River.