La noche del estadio Monumental tuvo como particularidad el regreso de los hinchas de River a Núñez por la Copa Libertadores luego de seis meses y medio. Tras la caída 1-0 contra Gremio el 23 de octubre de 2018, hubo distintos episodios: la suspensión de la final y dos compromisos sin público como consecuencia de la sanción aplicada por la Unidad Disciplinaria de la Conmebol.

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Alrededor de 45.000 fieles acompañaron al Millonario en el último encuentro correspondiente al Grupo A, con la clasificación a octavos de final ya consumada y la búsqueda de un triunfo para terminar lo más arriba posible en la tabla de los segundos. Aunque las motivaciones no eran grandes, el gol de Lucas Pratto para el 2-2 definitivo se celebró con una enorme alegría.

El aliento se hizo sentir con mucha fuerza en los momentos de mayor necesidad para el equipo de Marcelo Gallardo. Al principio el centro de la tribuna Sívori Alta estuvo cubierto a diferencia de otras oportunidades, pero desde los 24 minutos del primer tiempo quedó vacío como ya es habitual luego de que se le aplicara el Derecho de Admisión a la barra.

Más allá del apoyo hacia River y las chicanas al rival de toda la vida (“el que no salta, abandonó”), hubo lugar para aplaudir en reiteradas oportunidades a Andrés D’Alessandro. Recibió el cariño de la gente mientras realizaba la entrada en calor detrás del arco cercano a la tribuna Centenario y también cuando ingresó a los 40 minutos del complemento en reemplazo del uruguayo Nicolás López.

La conquista de Pratto para el empate final alimentó la ovación que tuvo una hora antes luego de desperdiciar un mano a mano: “Olé, olé, olé, olé, Oso, Oso”. El adiós al equipo fue con un grito nítido: “River, River, yo te quiero, yo te llevo adentro de mi corazón, gracias por esa alegría de ganarle a Boca, de salir campeón”.