River está por encima de todos los nombres. Está claro y no se duda. Hay jugadores de fútbol que cumplen un ciclo en los clubes, otros que reciben ofertas tentadoras para ellos y también para la institución que representan. Incluso hay ocasiones en el que el paso del tiempo provocó una baja en el rendimiento del futbolista y ya no es el de antes, pero nada de eso me importa cuando se van a otro equipo. No puedo evitar pensar en la gloria alcanzada junto a ellos.

Porque sí, nosotros los hinchas no jugamos, pero también ganamos y perdemos. Fuimos parte de la corrida del Pity para el 3 a 1 en Madrid y también estuvimos en Lima cuando se nos escurrió entre las manos una nueva coronación continental. Entonces, que Trapito Barovero quiera por motus propio y pida encarecidamente poder partir a un fútbol y a un club menos invasivo, donde pueda recuperar esa tranquilidad que el mundo River no conoce, me parte el corazón.

Que Maidana ya no sea el mariscal que defendió la camiseta de River más que a su vida y entonces haya sido transferido al fútbol mexicano también me pegó fuerte. "Quedate Joni, yo estoy tranquilo con solo verte con el escudo millonario en el pecho", me hubiera gustado decirle.

"Somos River y tenemos que tener siempre lo mejor y seguir ganando cosas" es un lema que todo riverplatense entiende y sabe al pie de la letra, pero yo no puedo soltar. ¿Qué quieren qué les diga? Me encantaría mentirles y hacer un análisis frío y pensado para concluir en una sagaz reflexión del estilo "está bien que hayamos vendido a Juanfer. Casi 28 años, cada vez jugaba menos por las lesiones, encima la plata que van a poner es un buen número". No puedo, no puedo. No puedo soltar.

Veo al colombiano y a su sonrisa pícara. Lo veo con la 8 en la espalda en Madrid. Pidiendo la pelota una y otra vez, hamacando el cuerpo, clavándola en el ángulo cuando nadie -nadie- esperaba esa magia que salió de la nada. El partido más importante de la vida (de la nuestra, de la de ellos, de la de todos) y ahí frotó la lámpara. Lo veo con la 10 de River jugando en el Monumental como tiene que jugar un 10 de River. Toque filtrado, gambeta, remate exquisito.

Se va Juanfer. Así como en su momento se fueron Trapito o Maidana. Ya no está Ramiro ni tampoco Carlos Sánchez, qué huevos el uruguayo. Hasta se retiró Cavenaghi. ¡Qué rápido se fue Alario también! ¿no? Se fue el Pity, cierro los ojos y lo veo con la frente alto desafiante en la Bombonera. Vendrán otros, lo sé. A nuestras vidas llegaron por ejemplo Nacho Fernández, Enzo Pérez, Rafa Borré cuando en 2015 ni soñábamos con ellos. Pero yo, no puedo soltar. Si fuera por mí tendríamos un plantel con 70 jugadores y un promedio de edad un poco complicado, lo admito.

 

Me consuela que además de los nombres fuertes que aún hay en el plantel, tenemos al más grande de todos: MARCELO GALLARDO. Sí, amerita todo en mayúsculas... Me quedé en silencio luego de 'mayúsculas' pensando cuando sea 'su día" de partida de River. Mi mecanismo de defensa es no pensar en eso. Disfrutemos ser de River y que estos colores nos dan un ciclo eterno de felicidad, llegue quien llegue, se vaya quien se vaya. En mi memoria estarán esos momentos gloriosos que tantos jugadores nos regalaron, y en el futuro la historia seguirá escribiéndose con letra blanca y roja.