El tiempo muchas veces es un aliado, y en otras ocasiones puede ser el peor enemigo. Exactamente lo segundo ha sido para River en algunos de los últimos mercados de pases, cuando varias de las incorporaciones no pudieron llegar en tiempo y forma para las fases decisivas de la Copa Libertadores o para realizar desde el comienzo una pretemporada.
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Las cartas estaban sobre la mesa desde comienzo de año, cuando se sabía que a mitad de este 2024 iba a haber un parate largo que daría un poco de aire tanto para la puesta a punto física del equipo de cara al segundo semestre como para poder cerrar en tiempo y forma tanto los refuerzos como la toma de decisiones para que lleguen.
Es por esto que en esta semana que falta para el inicio de la pretemporada y el reencuentro del plantel de Martín Demichelis debe existir una aceleración irremediable hacia el hecho de poder cerrar la contratación de los futbolistas de jerarquía que River necesita para completar un salto de calidad. El 2024 nos invita a pelear en serio y hasta el final por una Copa Libertadores tan ansiada que presenta una oportunidad única y hasta histórica de definir todas las llaves en condición de local. No podemos bajarnos de esa fiesta.
Felipe Peña Biafore es hasta el momento la única cara nueva (River Plate)
El hincha necesita señales que entreguen una pizca de tranquilidad en medio de un primer semestre del 2024 sumamente convulsionado desde lo futbolístico sobre todo en los tramos finales, con derrotas que solamente pueden ser consideradas como papelones deportivos y que dejaron en la punta del precipicio a toda posible ilusión de levantar la quinta Libertadores, o por lo menos de poder pelearla en serio mano a mano con los equipos brasileños como la historia manda.
Sumado a esto, en las últimas horas crecieron las posibilidades que el alma defensiva del equipo que es Paulo Díaz pueda regresar al fútbol árabe y deje al plantel más rengo de lo que está en una línea que tembló en su gran mayoría durante lo que va del año, y ése podría ser otro golpe fuerte a la ilusión si se concreta y a la vez no existe una rápida reacción dirigencial para encontrar un sustituto que se encuentre a la altura.
Momento de acelerar a fondo y no escatimar dinero ni tiempo
El tiempo corre, la Libertadores obsesiona, y no es momento ni para relajarse desde las acciones y tampoco desde la billetera. River tiene las herramientas y toda la ingeniería económica para invertir en serio en lo que haga falta. En pagar la cláusula o un poco más para que llegue Germán Pezzella que es jerarquía garantizada y que puede venir por una suma muy baja para la clase de jugador que es.
En buscar y traer un delantero de peso para acompañar a los que están o por si se llega a ir Solari, quien también puede dejar buen dinero. En cerrar a otro arquero de calidad para limitar los márgenes de error por si Armani no puede estar, y que de paso pelee mano a mano con el Pulpo por el lugar. En encontrar un central zurdo que sea confiable y tenga personalidad. Para ofrecerle a Demichelis alguna otra variante más en el mediocampo más allá de la repesca de Felipe Peña.
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Y, en caso que finalmente se vaya el chileno, garantizar un reemplazo igual o mejor. Sí o sí. Siempre es saludable pensar en el mejor negocio para el club a la hora de las negociaciones, pero no me parece momento para escatimar en esfuerzos económicos a la hora del diálogo con otros clubes o a la hora de pensar en los contratos de esos refuerzos.
Porque es innegable que necesitamos nombres de jerarquía y también de mucho carácter para afrontar lo que se viene. Salvo los que puedan llegar como refuerzos desde la Copa América que tendrán que arribar después de la pretemporada, no hay excusas ni razones válidas para que el resto de los nombres no llegue entre esta semana y la que viene. Sí, faltan menos de dos meses para la serie contra Talleres, pero a ese 14 de agosto en Córdoba hay que aterrizar con una plenitud total y sin habernos arrepentido de ninguna decisión que no se llevó adelante en el mercado de pases. Movete River, movete.