Desde el primer segundo en que Boca venció en el global a Palmeiras y accedió a la final de la Copa Libertadores, se supo que los días siguientes serían de tensión y estrés. Noches sin poder dormir, ansiedad por doquier y varias horas en velo (de ambos lados) se transformaron en la rutina habitual de los hinchas de River y de nuestro eterno rival.

Minutos antes de que finalice el 31 de octubre y con el Millonario esperando en la llave definitoria tras derrotar a Gremio, se inició una etapa jamás vivida: la previa de una final histórica para saber quién sería el campeón de América.

Del lado de Boca se desprendieron varias frases que dejaron en evidencia la importancia que tendría (para bien o para mal) el resultado de la definición que tuvo al club de Núñez como el vencedor.

Inclusive antes de que ocurriese la primera suspensión por lluvia en La Boca, y las posteriores desencadenadas por los hechos de violencia ya conocidos, los jugadores por ese entonces de Guillermo Barros Schelotto soltaron palabras que hoy los colocan en un calabozo emocional del que no podrán salir más allá de los intentos inertes de su hinchada por mitigar un resultado que se vio ante los ojos del mundo.

"El que pierda se tiene que ir del país", manifestó Mauro Zárate, quien por estas horas reconoció que todas las noches recuerda la final perdida con River. Carlos Tévez aportó su apreciación y reconoció que dejaría de lado todos sus logros anteriores con tal de vencer al Millo.

Pero no sólo fueron los representantes del Xeneize quienes soltaron sus opiniones personales. También fue el propio presidente de la Nación, Mauricio Macri, quien dejó en claro cuál fue su pensamiento antes de que todo terminase en Madrid (sí, en Madrid).

Inclusive la voz del estadio Alberto J. Armando, antes de disputarse la primera de las finales que consagraron a los de Gallardo, expresó que llegaría "el partido que quedará marcado en la historia del fútbol mundial". Y vaya si quedó marcado.