Hoy paso por acá a dejarte este mensaje, Pity, soy una voz imaginaria que grita por la de unos cuantos más. Paso a agradecerte tu aparente mal carácter y también aquel "bombazo" a Quilmes, donde te nos paraste de frente, nos miraste y te animaste a callarnos: Nos obligaste a tomarte bronca.

La relación en las aulas empezó complicada, las críticas por ese gesto fueron un reflejo sobre ciertas actitudes naturales en un chico joven y con personalidad, la que hoy nos llevó a la gloria y a la que tanto extrañaremos adentro de la cancha. Desarmaste ese camino y con los ladrillos pesados que fuiste dejando, te construiste a vos mismo, a la par. Llegaste adolescente, con un puñadito de años y una joven mujer embarazada, pasa tan rápido la información que pocos recordarán tus palabras por entonces: "Llego y cumplo un sueño, mi viejo es hincha de River, nos emocionamos juntos y me siento orgulloso de darle esta satisfacción".

Ahora ya pasó mucho tiempo en el medio, durante estos años te zambulliste de lleno en tus estudios, quizás inconscientemente, quizás por la ayuda de tu profesor particular, un tal Marcelo Gallardo. Leíste tu alrededor e hiciste resúmenes de los pasillos del club y su gente, los memorizaste como para un examen. Aprendiste a bajar decibeles en tu juego, desarrollaste la paciencia, pero nunca perdiste esa pizca de picardía, a veces hasta atropellada, que tienen solo esos jugadores destinados y con ganas de ser distintos de los demás. 

Hoy ya sos un hombre, un padre que no dejó pasar la oportunidad de regalarle a su hija cada festejo de sus goles. Sos el mismo que tuvo la templanza y humanidad de terminar el partido más importante de su carrera hasta ese momento - porque no vamos a negar que el destino te tenía guardado algo mejor- y pararte de frente a la Bombonera para saludar a los familiares de los hinchas de Boca fallecidos en su viaje al Superclásico. Con la sorpresa de quienes te felicitaron por ese gesto, expusiste la miseria que convive con la vorágine de nuestro fútbol. Sos el mismo que no dudó en regalar sus botines para subastar y ayudar a una escuela, el que donó gran parte de su sueldo y pidió que no se filtre, eso sí fue un verdadero pacto de caballero.  

Hoy te despedimos, Licenciado. Nos dejás innumerables campeonatos y recuerdos en la cabeza, que a la larga pesarán más que los trofeos de nuestras vitrinas. Inspiraste estrofas que se hicieron eco en todo el mundo y recorrieron kilómetros enteros por Brasil, España, hasta escucharse en Dubai. Pero como tus profesores, solo nos consuela una cosa en este adiós: el orgullo de despedirte con un título, te nos vas Licenciado en Enganche. Te lo ganaste vos solo y en una universidad difícil, la que queda ahí por Núñez. Donde cuenta la leyenda que vive el arco más grande, donde la gente murmura, donde algunos, más viejos, juran haber visto a una pelota caprichosa volverse color naranja en la Ribera. Nos volviste locos a todos, fuiste ese alumno que obliga al profesor a despojarse de prejuicios para ser un mejor docente.

Así que llevate las medallas, las fotos, los videos, pero no te vayas a dejar tu diploma, porque egresaste con el reconocimiento público del Burrito Ortega y con la idolatría de todos nuestros pibes. Hasta pronto y ojalá pises de nuevo los pasillos del Monumental, que fueron las aulas imaginarias de tus aprendizajes y los nuestros.