Después de un primer semestre con altibajos, a Augusto se lo nota cada vez más asentado en el arco de River. La confianza, un factor clave para dejar atrás los errores y encarar el enorme desafío de ocupar el arco millonario.
Le pido al lector mayor de edad que intente recordarse a sí mismo a los 20 años. Haya sido hace mucho o poco tiempo atrás y dejando de lado sus capacidades futbolísticas, ahora imagínese en el arco de River, en un Monumental repleto. O de visitante, ante un estadio lleno de hinchas rivales. Jugando una final. Definiendo un título. Apenas un tiempito después de que en ese mismo lugar haya estado el mejor arquero que tuvo el club desde Fillol. No parece sencillo, ¿verdad?
Usted se lo podrá imaginar, pero el que realmente estuvo allí es uno solo y se llama Augusto Batalla. Y solo él sabe lo que implica afrontar este enorme desafío. La responsabilidad que conlleva hacerse cargo del arco más grande del país a tan corta edad.
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Como era de esperarse, hubo errores. Importantes. En la Recopa en su debut internacional, contra Boca en el Superclásico y en la inolvidable final de la Copa Argentina. Gallardo nunca le quitó la confianza. Lo que restaba ver era cómo él los tomaría. Si como parte del aprendizaje o como golpes irremediables a su autoestima.
“Los primeros seis meses tratás de hacer todo perfecto, y uno tiene que entender que es un partido de fútbol, que las cosas no van a salir siempre así, que te puede ir muy bien o muy mal, pero que eso no te tiene que sacar del eje. Con el paso del tiempo sumo experiencia que me ayuda porque después de todo hay pocos arqueros de 20 años que puedan estar atajando en un equipo grande. Todavía me quedan cosas por aprender”, le dijó a Olé esta semana en una entrevista. Queda claro que Augusto eligió la primera opción.
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El arranque de su segundo semestre como titular lo muestra más asentado. Firme. Sigue teniendo 20 años y un enorme camino por transitar, pero Batalla parece haber tomado nota de lo sucedido en los primeros seis meses. Poco a poco se va haciendo escuchar dentro del plantel. Crece en la consideración de los más chicos. Se siente cada vez más seguro de sí mismo.
“Trato de hablar porque sé que es muy difícil. Fui uno de los primeros en estar en esta exposición tan grande, y cada vez que suben los jóvenes está bueno explicarles este mundo que te exige permanentemente, que por algo estamos en River, el club más grande de América”, señala.
Condiciones le sobran. De otra manera no hubiera llegado a estar en este lugar. No hubiera sido el arquero de los seleccionados juveniles desde los 15 años ni hubiera estado en la mira del Real Madrid sin siquiera haber debutado en Primera. Podrán haber más errores, como le sucede a cualquier arquero, incluso a los más experimentados. Lo importante será seguir aprendiendo de ellos como lo hizo hasta ahora. Allí reside su fortaleza y la clave para que Augusto pueda sostenerse en un puesto que nunca baja la exigencia.
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