El volante ofensivo no llegó a un acuerdo para rescindir su contrato, por eso es cada vez más difícil que pueda encontrar un nuevo destino inmediato. La dirigencia tampoco cede porque pretende que la institución de Núñez obtenga alguna compensación económica.

Treinta y cuatro días quedaron atrás desde que Leonardo Pisculichi le puso punto final a su estadía en el plantel que dirige Marcelo Gallardo. Desmotivado, sin chances reales de ser titular, aunque tenido en cuenta igualmente por el Muñeco, decidió despedirse antes de que comenzara una práctica en el predio de Ezeiza.

Desde entonces, parece que el tiempo se hubiera detenido. Es que Piscu sigue ligado a River hasta el 30 de junio de 2017, sin avances para rescindir el contrato de común acuerdo ni ofertas de otras entidades para cambiar de aire. En noviembre pasado, prolongó su vínculo por una temporada y media, con un reconocimiento económico del club por su gran rendimiento en momentos cruciales.

Una suerte de laberinto, debido a que existe una cláusula de U$S 500.000 para interrumpir el contrato, pero el mediocampista de 32 años no está dispuesto a abonar esa cifra ni la dirigencia desea darle el pase, sabiendo que eso perjudicaría los intereses económicos del club. Es que inmediatamente aparecerían propuestas que dejarían a River sin un peso.

Tampoco la dirigencia evalúa la posibilidad de hacerlo entrenarse aparte, ya que sería una actitud poco feliz hacia Pisculichi e incluso puertas afuera. Es decir que el volante ofensivo aún percibe sus haberes, mientras el libro de pases argentino quedó descartado para él porque su libertad de acción tendría que haber estado deposiatada en AFA el 25 de agosto o antes.

¿La salida? Un mercado de menor relieve, teniendo en cuenta que Europa cerró su plazo. Asia, con varios países de puertas abiertas en el segmento transferencias, podría ser una variante. Pero Piscu también debe resolver el asunto a nivel familiar en caso de emigrar a Oriente o cualquier otro punto del planeta, sin olvidar que continúa ligado a River.

De lo contrario, hay tres opciones para el ex-Argentinos Juniors: que espere hasta diciembre para barajar de nuevo y analizar un abanico de mayor amplitud, que decida ceder él en un tira y afloja con la dirigencia para rescindir de común acuerdo o, lo más difícil, que cuelgue los botines. Esto último parece una locura porque puede mostrar mucho más, aunque económicamente ya esté “hecho”.

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