(San Juan – Enviado especial) El Millonario tuvo una noche para el olvido, debido a que pagó demasiado caro sus errores y, cuando estuvo cerca de la igualdad, tampoco pudo vulnerar a Rosario Central, que lo eliminó de la Copa Argentina al vencerlo 2-0.

El resultado fue mentiroso. De ninguna manera hubo dos goles de diferencia entre River y su rival de turno. Sin embargo, la imagen final exhibió a un River derrumbado, totalmente desdibujado. Es que más allá de haber exigido a Mauricio Caranta en seis oportunidades, cinco de ellas con bastante seriedad, el funcionamiento colectivo sufrió diversos desacoples durante la noche.

La primera media hora fue luchada, demasiado friccionada. En ese contexto, Central se adaptó mejor que el Millonario. Pero en líneas generales reinaba la paridad hasta que Jonatan Maidana le cometió un penal indiscutible al habilidoso Franco Cervi. Marco Ruben, en una versión muy superior a la que mostró ocho años atrás con el manto sagrado, pateó muy bien desde los doce pasos para darle la ventaja al Canalla.

La reacción del Más Grande, cinco minutos después, marcó un quiebre. Un centro muy preciso de Carlos Sánchez halló la cabeza de su compatriota Rodrigo Mora. Caranta se lució. La ropa amarilla pareció del tamaño del sol, debido a que parecía imposible impedir el 1-1. Antes le había negado, todavía 0-0, un tiro a Gonzalo Martínez, que tampoco logró vulnerarlo en otros tres intentos, uno de ellos en el cierra de la etapa inicial. Lucas Boyé -ingresó y fue reemplazado-, en su única chance, corrió la misma suerte.

Como si fuera poco, Maidana vio la doble amarilla. Esa expulsión condicionó al equipo que dirige Marcelo Gallardo. El panorama empeoró aún más cuando Eder Álvarez Balanta fue expulsado, a los 16 minutos del complemento. Ambos marcadores centrales se fueron por derribar a Ruben, de gran labor. ¿Un dato? La dirigencia de River preguntó por él durante este mercado de pases, pero recibió una negativa inmediata. Creer o reventar.

El recurso de la pelota parada tampoco surtió efecto. Entre tiros libre y ejecuciones desde las esquinas, River ganó apenas una vez sobre 10 envíos. Ni siquiera la roja a Damián Musto, por agredir a Sánchez, sirvió para acorralar al conjunto de Eduardo Coudet. Los centros se repitieron. Leonardo Pisculichi careció de su veneno. El 3-2-1-2 final exhibió una versión extraña, desnaturalizada.

Y como corolario para una noche negra en San Juan, un error compartido entre Mercado, Sánchez e incluso un adelantado Marcelo Barovero permitió que Jonás Aguirre, de contra, sentenciara el 2-0 definitivo. Ahora, a pensar en la Copa Libertadores y encontrarle un acompañante a Rodrigo Mora, prendiendo velas para que Nicolás Bertolo se recupere cuanto antes de un presunto desgarro.

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