Dale Coco, permitime tutearte. Sentate, tomemos un “feca” y hablemos un rato. ¿Sabés quién soy? Un amigo de tu viejo. Sí, de José, el “Pana”, como lo llamábamos en el barrio. Pensá que yo sé qué tipo de sangre tenés, porque vi en vivo y en directo cómo tu viejo se divertía en una cancha. ¿Alguien te habrá contado lo que jugaba, no?
Es feo establecer comparaciones. Aparte no te invité para eso, es para ir entrando en clima y convencerte de que lo que se hereda no se hurta. Corre “fútbol arte” en las venas de los Lamela. Si tu viejo era un irreverente, como vos. Un guapo con la pelota que se enchufaba en los partidos más picantes. Donde sea, en Los Polvorines, en Boulogne, en Parque, en Olivos, en los campeonatos de villa, y podían caer vasos, botellas, lo que venga. Y él, bajito, así como era, se la aguantaba. Y ni hablar de las patadas. Nunca lo vi arrugar. Es cierto, se jugaba todo los días. Y también es cierto que no era profesional. Ni tuvo que cargar con la mochila de ser el nuevo “Alonso”, por así llamarte. Y de eso quería hablar, de la presión, de la sobre exigencia. Porque esto es diferente a todo, ¿lo sabés? ¿Te contaron la anécdota del Beto Menéndez que le aconsejaba a Passarella que no se mirara al espejo con la banda puesta, porque esta camiseta tiene plomo en serio?
Me decía tu viejo que el te ve a un 10% de lo que podés rendir. Me parece exagerado, pero en algún punto le creo. Si el día contra Quilmes, cuando todavía estaba Cappa, me agarraron escalofríos de ver a un jugador con un glamour diferente. Me emocioné de tal manera que ese día, que después nos terminó empatando Quilmes, pensé: “Volví a ver al Beto”. Después pasó esa seguidilla de desgracias, ese Dios salvaje que son los resultados. Esa porquería que tiene el fútbol de imprevisible e injusto a veces. Y todo pasó como una ráfaga, casi inexistente. ¿Te acordás? Pero volvamos al tema de la ansiedad. Tranquilo, Erik. El miedo escénico existe y vos pibe venís medio enlodado. Con las insinuaciones del Barsa desde los 12, igual que ahora del Atlético y del Milan.
Seguro que están mirando. Pero vos, jugá. Hacé la de tu viejo. Ponela contra el piso. Amasala. Frená, levantá la cabeza, mirá y volvé a arrancar. Hay que saber pasarla y pasar en el juego de la vida y en la cancha. Parece fácil decirlo. Pero es así. Cortita y al pie y después una larga. Vas a ver cómo el resto viene solo, Erik.
¡Oíme nené! Y disculpá el exceso de confianza, pero te siento como un hijo. Ya paseaste lo más difícil. Que era el miedo al desarraigo tempranero. Después te metieron en el freezer, vaya a saber por qué, hasta que Kuyumchoglu te estimuló y te devolvió la confianza. Mientras tanto creciste de manera desmesurada si parece que ni tu físico podés manejar todavía, ja. En eso saliste a tu mamá, ¿no? Debe ser raro mirarse al espejo y no reconocerse. Me lo confesaba “el pana”: “Está hecho una bestia”. Y encima me enteré de que en las pruebas físicas les pasas el trapo a todos. Bueno, ahí tenés. Apropiate de eso. ¿Vos sabés que hoy el que no corre no juega? Tampoco la estupidez, Erik. Pero mirá al Barsa y fijate cuánto tarda en recuperar la pelota. A ver si Iniesta y Xavi no corren.
Todo es cuestión de solidaridad. Y a vos te vi que lo sabés hacer. Sólo noto que a veces entrás en tres cilindros y te cuesta meterte en el partido. Como el domingo en el primer tiempo. También es cierto que tus compañeros juegan y te la tienen que dar. Fijate que Pavone cuando se da cuenta de que tienen que jugar para el equipo y no para él, demuestra su importancia. Y lo suyo vale más que el gol que no se le da. ¿Te baja la presión con la ansiedad? Mirá, bajá el aire. Relajate. Ahogate antes de salir. Vas a ver que de a poquito todo eso se va yendo. Es normal, chiquilín. No leás nada, ni escuchés nada. Andá dando vuelta demasiado Sir, Lord, dulces melodías principescas.
Todo lo que tenés que hacer es mirar ese símbolo que es Matías y aprender cómo disfruta. Y vos jugá. A un toque primero. Rotando, buscando los espacios. Buscá sociedad. Con el Manu, el Enano…hasta que puedas soltarte, pasar y romper línea. Y vas a ver que cuando te sueltes, vas a ser un tren. No te vengo a dorar la píldora, ni a retar. Me gusta el olor del café, para sincerarme y hablarte de los pro y las contras. Te digo que al Beto le pasaba lo mismo cuando arrancó. Y parte del periodismo primero lo endiosó y después lo degradó hasta el escarnio porque no se tiraba a los pies. ¡Una locura! Bueno vos eso ya lo sabés hacer. Ahora, soltá ese pedazo de jugador fino, elegante y potente que está latente en vos. Falta animarse a volar un poco. Igual no te apresures. Te tocó lidiar con una época dura de River.
Y tampoco te enloquezcas con los cantos de sirenas de Europa. Aguantá un cachito más. Consolidate acá. En un año, con este nivel en ascenso te van a venir a secuestrar. Escuchalo al Pelado, que de esto sabe un poco. (Perdón José, no te quiero desautorizar). Pero lo peor que le puede pasar al Coco es que pierda el hambre de gloria temprano.
La última Erik. Decile a tu viejo que aguante y no se haga tanta mala sangre. Que yo me acuerdo cuando el debutó a los 15 al papi y había veces que se nos hacía un nudo en la panza. Después, ja, ja. Se agrandaba y te canchereaba. Chicles, caños, paredes, tacos, la tenía atada.
Erik: sos un pura sangre. Y te banca la hinchada más grande del mundo. Te queda primero irte ídolo de Núñez. Tenelo en cuenta. Esa fórmula nunca falla. Después, todos sabemos y tenemos claro que sos una mezcla de Rivelinho, Rivaldo, Alonso, con más velocidad. Sólo falta que vos te la creas. Pero siempre, sin soberbia. Con humildad. Después, sí pibe, andá y juga. Uy, se te enfrió el café. Disculpá. Pero te lo tenía que decir, aunque tu viejo se enoje conmigo. Vos sos un hijo del potrero, decile. Sos una parte nuestra, también. No queremos que te endiosen para que te vayas sin antes madurar. Te queremos disfrutar en River. Sabelo, Coco.