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Radamel, el que cantaba con su hinchada

Homenaje a Radamel Falcao, el delantero que cuando estaba en River cantaba con la hinchada.

pablo-desimone

Radamel Falcao tiene muchos motivos para quedar en la memoria colectiva del hincha de River. En el zoo de las comparaciones, fue en el área una combinación del pulpo Paul, mono araña y hombre elástico. Sin embargo, siempre será recordado por esas ganas de cantar con los hinchas. Un gesto poco visto en los jugadores profesionales.

Sobran motivos para extrañarlo. Tuvo la estatura de los pocos grandes que pasaron por River en los últimos años. Se convirtió en el goleador que emigró a Porto como si no hubiera necesitado otra cosa que tomar carrera para saltar el Atlántico. Ese centroforward que parece tener resortes en los pies para igualar hasta al mismísimo Passarella en su capacidad de cabeceador implacable, más que por su manera de elevarse como Daniel, por su timming y su reacción incomparables. Un modelo de cómo anticipar al defensor. Después, en coraje, igual al Gran Capitán.

Estuvo cumpliendo un cuarto de siglo y parece que ya hubiera transcurrido un siglo desde que se fue. Quizá porque hoy también al Tanque Pavone le está costando acostumbrarse a ser Quijote y no cuenta con un escudero de la talla del Tigre.

Su nombre de pila es toda una incógnita. Bien podría ser producto de un cuento de García Márquez. Su gran compañero de culto fue el pibe Ríos, quizás él mejor que nadie pueda describir lo que fue Falcao dentro y fuera de la cancha. Un pichón de crack, que a los 14 años dejó Millonarios de Colombia para recalar en River. Su crecimiento humano fue tan flexible como el de sus coyunturas. Radamel se estiró en simultáneo. Desde lo futbolístico, para debutar en Primera de la mano del Negro Astrada en 2005, cuando en poco tiempo demostró que iba a ser jugador de selección.

Claro, Colombia no lo perdió de vista. Pero antes, el destino debería poner a prueba su temperamento. Tuvo que soportar una durísima lesión que lo mantuvo alejado de las canchas por seis meses. Un día reapareció para volver a ser campeón con River y dejó postales inolvidables como la noche de Botafogo.

Hoy lo disfruta el Porto. Hizo 24 goles en 26 partidos. Fue considerado, después de Saviola, el mejor jugador de Portugal. Acá dejó sus zarpazos inolvidables, incrustados en el corazón del hincha de River. Y esa alegría, esa sonrisa imperecedera, aunque lo estuvieran matando como en aquellos duelos con el Gallego Méndez. Nunca, nunca se va olvidar su guapeza y lealtad. Amén de las joyitas que regaló aún con la cruz de delantero solitario a cuestas que debió cargar. Como un artesano del gol, todo lo imaginó, lo fabricó y lo vendió solo. Igual que esas ganas de cantar con la tribuna, como nosotros lo vimos y hoy todavía lo reflejan los videos de Youtube. Salud, hombre elástico. Un gesto único, irrepetible, tanto o más recordados que sus goles. Un gesto de jugador-hincha que los que disfrutamos su paso por La Banda nunca vamos a olvidar.

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