Perdón River. Sí, perdón. El domingo cuando volví de la cancha juré nunca más decir tu grato nombre, prometí olvidarte para siempre, pensé en sacar la bandera que tengo hace una semana colgada en el balcón. Miré repetidas veces los programas amarillistas que hablaban de tu historia humillada, cayendo en el acto masoquista más grande que pueda recordar. Me fui a dormir con bronca, puteándote, con un nudo en la garganta que todavía hoy me dura. Y cuando me levanté, salí al balcón intentando creer que todo había sido una terrible pesadilla, pero la pintada de mi vecino me devolvió rápidamente a la realidad.
“Vos sos de la B”, leí incrédulo, en la vereda de enfrente a escasos metros mío. En la terraza de un edificio de tres pisos, casi a la altura de mi balcón, el hippie roñoso que vive enfrente ensució más su asquerosa y húmeda pared con esas cinco dolorosas palabras. Pensé en cruzar y matarlo, no lo niego, porque es una pintada que no se ve desde ningún lado salvo desde mi ventana. Pero tuve que esperar unos minutos porque se me habían llenado los ojos de lágrimas. Y ahí paré la pelota y pensé. Pensé en qué estaba haciendo yo y qué estaba haciendo él el día anterior.
La tarde del fatídico descenso, mientras el tipo este recorría Villa Crespo buscando un lugar abierto donde comprar un aerosol, yo estaba sentado en el ya vacío banco de suplentes del Monumental. Alrededor tenía cientos de puñales lanzados desde las tribunas, y enfrente tenía a todos mis colegas fotógrafos cumpliendo con su labor profesional. Yo no pude, yo me quedé diez minutos llorando como un nene, pensando en los ciento diez años de historia y en lo que se venía después. En Aguillar, Israel, Passarella, JJ, Simeone, Gorosito y todos los hijos de remil putas que sólo pensaron en llenarse los bolsillos y nos dejaron casi sin nada.
Y sonreí. No esa tarde, pero sí al otro día, mirando la pintada en la terraza. Porque empecé a acordarme de las otras veces en las que había llorado: El día del cabezazo del Enzo contra Talleres, con el uruguayo corriendo hacia el banderín del córner revoleando la camiseta y rogando no ser amonestado. O cuando Pipino se mandó esa histórica corrida, mientras varios millones de personas gritaban “por Dios, hacelo Cuevas, hacelo”; y en otras canchas, a través de la radio, festejaban confundidos un gol que era bien nuestro. Y mi primer recuerdo futbolístico a los seis años, que no es México 86 sino la imagen de un ignoto delantero Puntano que se llevó a la carga varias camisetas rojas para darnos la primera Libertadores.
O la noche del Monumental prendido fuego que asustó al arquero colombiano ante la presión del Burrito, y el centro para la cabeza del desagradecido de Crespo. Y ni hablar de aquel día lluvioso en la Bombonera, cuando entre lágrimas me abracé en la tercera bandeja con aquel desconocido, luego de ver cómo los que ponen banderas negras dejaban la cancha antes de tiempo y se perdían la vaselina de Rojas. Y si de lluvia, emboquilladas y llantos hablamos, qué decir del día en que Ortega volvió a jugar y le metió el cuarto a San Lorenzo para correr a abrazarse con este presidente desgraciado que es hincha de la contra.
Y el gol de taco del Pipita, y la pelota naranja, y la final contra el San Pablo, y el último Tricampeonato, y la pelota que pega en el palo y Alzamendi que la manda a guardar… Entonces pienso, más tranquilo, y le agradezco al envidioso del vecino. Porque soy de River, porque me acuerdo de tantas cosas, como el día en que mi abuelo me llevó a Munro y me compró el equipo con la publicidad de Peugeot. Porque le pedí a mi mamá que me comprara la Solo Fútbol el día que salía el poster del equipo de 1991, que arrasó en las primeras fechas. Porque estuve ese día, otra vez más, en el Monumental cuando pese a que perdimos, el gol de Trotta a Boca en otra cancha nos dio el campeonato.
Soy de River, muy de River, y cada vez que salga al balcón voy a pensar que eso es lo único que me importa, porque pasan los años, pasan los jugadores, pero lo que no pasa, querido River, es mi pasión.
Por Federico Peretti, fotógrafo de La Página Millonaria.



