En su paso por La Página Millonaria Radio, Guille Pereyra contó cuál fue la razón por la que no se pudo dar su regreso a River. Sus recuerdos de aquella etapa, el retiro temprano, su presencia en la despedida de Cavenaghi y mucho más.

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Nacido y criado en Núñez, Guille Pereyra fue uno de los tantos frutos que dieron las divisiones inferiores millonarias en la exitosa década del ’90. El cordobés nacido en Rio Cuarto estuvo en el club entre 1998 y 2003, etapa en la cual ganó 4 títulos locales. Más tarde pasó a Mallorca y de allí al Lokomotiv Moscú y al Young Boys de Suiza. En 2009, con 29 años y todavía vigente, tuvo la intención de regresar al club de sus amores, pero no fue posible: “Sin dudas que no haber vuelto es una deuda pendiente. Si hay algo que no se dio del todo bien para mi carrera es no haber podido regresar a River. Es una espina que me va a quedar clavada de por vida. Siempre digo que mi carrera fue casi toda color de rosa y me quedó pendiente esa asignatura. Ya es tarde y el fútbol tiene estas cosas, pero eternamente agradecido a River y a todo lo que me brindó”.

En diálogo con La Página Millonaria Radio, explicó la razón: “Fue absolutamente dirigencial. Yo ya había hablado con el entrenador (Gorosito) y ya había hecho mi mudanza de Europa para Argentina para venir a jugar a River. Tenía todo cerrado con el entrenador, pero no con la dirigencia, que fue la que dilató todo esto. Ya en Argentina con toda la mudanza hecha, listo para instalarme en River, se frustró y terminé de nuevo en España. Estuve un año allá. Después ya no se dieron las negociaciones oportunas para volver y terminé en San Lorenzo”.

Pereyra se retiró con 31 años, una edad temprana para el fútbol: “Siempre fui de la idea de retirarme joven y de retirarme cuando yo lo decidiera, no por una lesión u otro problema. Siempre fui muy exigente conmigo mismo, me obligué al 100% y en la última etapa de mi carrera no estaba al 100% metido, por lo que preferí dar un paso al costado. Sentí que había dado todo y no estaba en condiciones de mentirle a nadie, mucho menos a mí mismo. En cuanto bajé un poquito esa intensidad a nivel psicológico y a nivel físico del día a día, preferí dar un paso al costado, quedarme con todo lo bueno que hice y no seguir penando o no estando a la altura”.

“Cada vez que entro al Monumental u otra cancha y veo el verde, la gente y todo eso, te dan ganas de jugar. Es inevitable. A mí entrenar y el vestuario me encantaba también, así que es algo que nos marcó mucho a los que fuimos jugadores de fútbol. Realmente hay que entender cuando uno se retira que difícilmente hagamos algo ahora que nos llene tanto como nos llenó la profesión que elegimos de chiquitos. Era una pasión absoluta y una dedicación full time y las sensaciones que te brinda ser jugador de fútbol difícilmente las encuentre hoy en el día a día. Hago polo, hago el curso de técnico y me encanta, pero no tienen punto de comparación con lo que ya hice. Y caer en esa realidad es difícil, pero hay que asumirla. La carrera del futbolista es muy corta, es muy intensa y mis mejores años en cuanto a mi carrera y mi pasión ya pasaron”, confesó.

Guille tuvo la suerte de llegar a Primera con grandes jugadores como D’Alessandro, Aimar, Saviola, Costanzo. De aquellos años destaca la unión del plantel: “Éramos amigos. Después la carrera y la profesión te lleva por distintos planteles y países donde compartís buenos momentos. Pero en esos años en River la mayoría nos habíamos criado juntos en la pensión y éramos casi todos amigos, más allá de buenos compañeros. Y eso tiene algo que resulta impagable. Poder ir a jugar un clásico o ir a ganar un torneo con amigos es increíble. Nunca más lo viví. Yo recuerdo un gol que hago contra Talleres que atrás mío vienen corriendo Aimar y Saviola y creo están más felices ellos que hice el gol yo. Eso nos pasaba partido tras partido. La alegría inmensa de que haya un gol un compañero, de que Franco (Costanzo) ataje y haga un buen partido. La relación que teníamos nosotros fuera del fútbol era muy estrecha y es al día de hoy que con la mayoría la mantenemos”.

También recordó las ruidosas llegadas a La Bombonera, con fiesta y barbijos incluidos: “Era ponerle un poquito de picante a lo que ya significa un clásico. Era divertido, sano, folklore. Después la escalada fue grande y terminó en violencia. Pero eso era sano, divertido y creo que le agregaba un plus a todo lo que ya de por sí genera un clásico. Lo del barbijo habrá sido el Chacho o algún personaje, pero estuvo bueno. Llegar a La Bombonera con los barbijos y ver como te recibían los hinchas de Boca estaba bueno. Te generaba un punto de motivación extra, de meterte más en el partido. Lo hacíamos por diversión pero también un poco por motivación”.

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Las previas de los Superclásicos: “La sensación es distinta y la empezás a sentir inmediatamente después del partido anterior. Terminaste el último partido previo al clásico y te fue bien o te fue mal, pero ya estás pensando en lo que viene. De hecho el hincha se los hizo saber a los jugadores durante el partido (ante Temperley). Faltando 5 minutos el hincha estaba contento con el triunfo, con el rendimiento del equipo, pero a la vez estaba pidiendo ‘el domingo tenemos que ganar’. Esa sensación, desde ese mismo instante en que terminaste el partido, la empezás a vivir. Es una semana diferente, donde te jugás mucho y donde querés ganar más que nunca”.

El clásico del gol de Ricardo Rojas: “Recuerdo que fue increíble. Lo primero que hago es arrodillarme solo y después salgo corriendo hacia la montonera que abajo de todo estaba Ricky. Fue una sensación espectacular ver la corrida y esa definición increíble. Algo increíble que nos tocó vivir.

El Superclásico que imagina: “Muchas veces el partido termina siendo medio deslucido en cuanto al espectáculo. Mucha pierna fuerte, trabado, protestas. Lamentablemente es así, porque si los dos equipos se dedicaran a jugar tienen jugadores y plantel como para poder brindar un lindo espectáculo. Ojalá prioricen el buen fútbol, donde el árbitro no tenga que interferir demasiado. Que se arme un juego fluido y lindo para ver y sobre todo que el resultado quede del lado de River”.

River campeón del Clausura 2003: “Ese fue un buen momento en mi carrera, ya quizás con más experiencia, más acomodado a la posición porque la verdad que ser el volante central de River y más en el momento que me tocó a mí, después de Astrada, era un peso importante. Un equipazo en el que me a mí me tocaba hacer el trabajo sucio, algo que me sucedió bastante a lo largo de mi carrera”.

Invitación a la despedida de Cavenaghi: “Agradezco públicamente la generosidad de Fernando porque nos invita a una gran fiesta. Volver a ponerse la camiseta de River en un Monumental lleno es un lujo. Lo vamos a acompañar a él en su fiesta que más que merecido lo tiene. El hincha lo ha adoptado en un momento difícil donde él fue la bandera del resurgimiento del River que vemos hoy. Así que creo que van a ser sensaciones muy fuertes, muy lindas y va a ser para disfrutarlo”.

Los volantes centrales del River de hoy: “Me parece que está bastante marcado que la posición le pertenece a Leo y con todos los méritos que hizo no debe caber ninguna duda. Me parece que Rossi y Arzura están un escalón por detrás, pero estarán esperando su oportunidad. Leo le da equilibrio al equipo, le da recuperación, buena distribución. A eso sumale la llegada del Chino Rojas, a Nacho cuando le toca jugar. Creo que River en el mediocampo está muy bien cubierto”.

El polo, su nuevo hobby: “Cuando me retiré estaba físicamente bien, no tenía lesiones ni ningún impedimento. Yo el deporte lo llevo adentro y probé con el golf, con el tenis, y como que necesitaba la adrenalina del día a día del fútbol y ninguno de esos deportes me la generó. Probé con el polo que tengo muchos amigos que juegan, incluso a Adolfito Cambiasso yo lo hice socio de River y vamos a la cancha con su hijo. Él es fanático. Y por insistencia de ellos empecé a probar y la verdad que es muy adictivo. Está muy bueno. Hoy en día cada vez que puedo despunto el vicio porque el deporte es increíble, es muy difícil.

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