Si alguien después de ese partido me decía que íbamos a estar casi 8 meses sin perder, y que conseguiríamos el invicto más ámplio de la historia del club lo iba a tratar como si tuviera un nivel de demencia a la altura del Pity Martínez cuando juega en la Bombonera. Pero así es el River de Gallardo. Mágico. Impredecible. Distinto. Capaz de todo, y dispuesto a todo.

Porque además hay formas y formas de llegar a los logros. Y si hay algo que aprendimos en estos últimos tiempos es que todo se consigue con la grandeza característica que tiene nuestro escudo. ¿Ganamos algún título? Sí,ni más ni menos que una final ante el rival de toda la vida. Y sabemos que el gran quiebre de todo lo que vino después inició ahí. Que no hubiera existido semejante invicto si el destino no nos cruzaba con ese viaje hacia los paraísos mendocinos. Algo muy similar a lo que pasó en el 2014 después de aquella cabeza de Funes Mori.

¿Cómo nos fue en el resto de los clásicos? Le ganamos a San Lorenzo, Racing e Independiente, sabiendo que a estos dos últimos los dejamos afuera de la Libertadores. Y la futilla de la torta fue haber pisado fuerte otra vez en la cancha de Boca. Posicionarnos dentro de la cancha como EL grande entre los grandes, como la historia manda, le da un plus de jerarquía a toda esta etapa de enormes resultados. ¿Conseguimos otra marca histórica en el medio? Claro, las 16 victorias seguidas vigentes en Copa Argentina, récord absoluto para cualquier tipo de competencia en el país.

Solamente tres veces empezamos perdiendo un partido, pero hubo varios momentos en los que corrió mucho peligro la marca. Alguna vez nos salvó el zapatazo de Mayada en Río de Janeiro. La jugada Messiánica de Juanfer en el Nuevo Gasómetro. Las dos atajadas infernales de Armani contra Independiente Santa Fe, una en Núñez y la otra en Bogotá, o las dos voladas infernales contra Cristaldo y Gigliotti en suelos de Avellaneda.

Lo cambiada que estará la historia en todo sentido que en el partido donde coronamos la marca de 32 sin perder jugamos casi tan flojo como aquella tarde de Liniers, pero en el fondo teníamos la sensación de que de alguna manera u otra lo íbamos a resolver favorablemente. Porque hay carácter. Porque hay convencimiento de llevar adelante una idea. Porque los grandes equipos aprenden a ganar inclusive cuando las cosas no salen.

Mirá si ha pasado el tiempo que la última derrota fue en verano, el dólar estaba $20,40, y Guillermo Barros Schelotto tenía en su historial dos Superclásicos que aún no había perdido, y varias lloradas menos en cada micrófono que se cruza. Ojalá este River impresionante pueda coronarse con la gloria máxima que nos desvela cada noche. Estamos a muy pocos pasos de que el 2018 pueda ser el año más recordado de nuestra historia. Y el placer será doble, porque el orgullo que nos genera cada integrante del plantel y cuerpo técnico no nos cabe en el alma. Lo merecen. Lo merecemos.