Soñé con la Copa Libertadores la noche previa al miércoles. Soñé con la Copa Libertadores el miércoles durante todo el día, despierta, yendo de acá para allá en mi rutina diaria. Conté las horas desde que amanecí, conté los últimos minutos ya llegando la noche. Me vi, otra vez, envuelta en una ceguera que no me permitía ver otras cosas. Me volví monotemática, prácticamente sólo hablo de ella.
Hay en el ambiente una ansiedad generalizada. Todos los hinchas de River estamos, particularmente, muy maniáticos. Es el torneo que más nos importa a todos, pero especialmente esta vez, en estos tiempos en los que nuestro equipo no está rindiendo como esperábamos.
Necesitamos repuntar, levantar la cabeza otra vez, volver a estar en lo más alto, en ese lugar donde nos acostumbramos a estar. Entonces esta decaída duele el doble, porque no se entiende, porque aparentemente los que más saben hasta ahora no encuentran la forma de cómo salir de ahí y cómo revertir la situación. Porque empiezan las acusaciones y las tironeadas de quién banca más y quién banca menos, porque algunos comienzan a dudar de la continuidad de nuestro técnico, y otros, lo defienden con uñas y dientes. Entonces este momento particular de este River tan fuera de foco duele el doble, y en el medio aparece la Copa que todos queremos alcanzar, la más esperada, la más soñada; y nosotros la miramos como un bálsamo que puede sanar el sentimiento de todos los hinchas, e incluso del plantel.
Necesitamos, además, dejar de apuntar con el dedo y hacer acusaciones y empezar a unirnos en los momentos clave. Habrá tiempo para acusar y analizar quién debe irse y quién quedarse, por lo pronto insisto en que lo mejor es bancar la parada. Eso no significa no exigir, no cuestionar, y aceptar callado que a River le vaya mal. Eso significa apostar a alguien que nos hizo levantar copas unas cuantas veces y que nos dejó con la frente en lo más alto durante mucho tiempo. Eso significa tener paciencia y por sobre todas las cosas confiar. River es más grande que todos los que pasen por él, aun así, en momentos como este quiero que se queden todos los que sé que pueden sacarnos de este embrollo. Mientras tanto hay que apoyar.
Y para apoyar tenemos que estar todos juntos, tenemos que emocionarnos y obsesionarnos hasta la locura con esta otra oportunidad de traer una nueva Copa Libertadores, con esta nueva oportunidad de gritar ‘campeones’, con esta nueva chance de demostrar que a River no lo pueden quebrar, que puede salir de malas situaciones y siempre se puede reinventar.
Esto recién empieza y el camino es largo, no sabemos qué puede pasar, cómo pueden darse las cosas. El fútbol es una de las cosas más impredecibles de la vida, son noventa minutos en los que todo puede pasar, en los que nada es seguro. Lo único seguro es que hay que dejar todo, hay que ir a cada partido como si fuera el último. Hay que demostrar que River puede, que sabe surfear los malos momentos, que se puede recomponer. Hay que ir a cada partido como si fuéramos a la guerra. Y dejar todo, que no haya arrepentimientos, porque después ya no hay tiempo para las culpas. Ni las disculpas.
Que todos tengamos una fijación con esta copa, nosotros, los jugadores, todos. Que nuestra pasión contagie al resto y viceversa. Que exista una simbiosis entre nosotros y ellos y nos volvamos uno sólo tirando para el mismo lado, deseando lo mismo, soñando lo mismo. Que nos volvamos enfermos, adictos y dependientes de la idea e ilusión de ganar otra vez, de volver a ser campeones de América.
Que nos miren como a los locos, que no nos entiendan, que nos vean expectantes a cada partido, a todos los partidos. Que seamos guerreros, soldados, saliendo a buscar lo que más queremos. Que sea imposible explicar esta locura de amor. Que estemos completamente unidos bajo un solo lema: y sí señor, la Copa Libertadores es mi obsesión.
+ CONVOCADOS: Sin Ponzio, esta es la lista para el domingo.
+ FORMACIÓN: Así iría River ante Chacarita.